El Heraldo (Colombia)

La boda de 1958

- Por Heriberto Fiorillo

Sucedió en Barranquil­la. Gabriel García Márquez había sobrevivid­o y escrito en París su novela El coronel no tiene quien le escriba. Había viajado por Alemania y la Unión Soviética.

Su amigo Plinio Apuleyo Mendoza le contrató como redactor en la revista Momento, de Caracas (Venezuela) y en marzo de ese mismo año Gabito pidió una licencia de varios días para hacer realidad el sueño de su novia, Mercedes Raquel Barcha Pardo, quien lo esperaba con amor y paciencia.

La situación económica del novio había mantenido la fecha de la boda en un suspenso prolongado, apenas parecido al producido por la timidez de sus primeros años, cuando no se atrevía a declarar su amor.

Entonces, y con ganas de ver a Mercedes, Gabito frecuentab­a en Barranquil­la la farmacia de su padre, don Demetrio, asiduo visitante de La Cueva, y pasaba largas horas hablando con él.

Gabito está enamorado de ti, le decían sus amigas a Mercedes. Estará enamorado de mi papá, respondía ella. A mí no me da ni las buenas tardes.

Si no te casas tú, me caso yo, dicen que terminó diciendo don Demetrio, con más humor que comprensió­n sobre el largo romance.

El 20 de marzo de 1958, el escritor llegó a Barranquil­la y se hospedó en el desapareci­do Hotel Alhambra de la calle 72 con carrera 47. Al echar la maleta sobre el piso de su habitación, sus amigos notaron que estaba vacía.

–La ropa en Caracas es muy cara– dijo entonces Gabito.

Gabriel y Mercedes se casarían al otro día, viernes 21 por la mañana, en la iglesia del Perpetuo Socorro. En EL HERALDO, Alfonso Fuenmayor escribió una crónica íntima de la ceremonia.

“Nunca lo habíamos visto así, adusto, increíblem­ente inmóvil. Gabito estaba tirado al tres. Vestido oscuro, con el nudo de la corbata impecablem­ente hecho. Mirándolo, yo recordaba una frase que escribió con respecto de Dámaso Pérez Prado: ‘un hombre serio y bien vestido’.

El hombre estaba esperando y era la suya una espera intensa. Hasta que apareció Mercedes del brazo de don Demetrio Barcha Velilla. Ella llevaba un traje azul eléctrico. Lenta y delgada avanzaba, mientras la marcha nupcial resonaba ese viernes en las naves de la iglesia…”.

“Don Demetrio tampoco parecía el don Demetrio que frecuentab­a La Cueva. Allí llegaba con ese automóvil pasado de modelo que después de un rato había que empujarlo, con él en el timón, hasta su farmacia, a unas tres cuadras más arriba. Cuando yo le veía, le decía: Un ataúd para Demetrio”.

Los novios se fueron a Puerto Colombia y al otro día, 22 de marzo, a Caracas. Mercedes se había cortado el cabello y casi se queda en Barranquil­la por no tener pasaporte.

Al igual que Gabito, su hermano Luis Enrique, residente en Ciénaga (Magdalena) había llegado dos días antes del matrimonio. “Esa misma noche nos fuimos con Gabito, Germán, Alfonso y Álvaro a La Cueva. Allá bebimos sifón y hablamos en la barra con Eduardo Vilá, como hasta la una de la madrugada…”.

Han pasado ya 60 años.

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