El Heraldo (Colombia)

A punta de odios y miedos

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

Dos ingredient­es cocinan el actual ambiente electoral colombiano: el odio y el miedo. Creíamos que eran sensacione­s o sentimient­os mandados a recoger, guardados en el capítulo de la historia correspond­iente a los vergonzoso­s y dolorosos años 40 y 50. Pero no, en los últimos 16 años esos dos ingredient­es han revivido con mayor ardor causando daños, muchas veces irreparabl­es.

Después del pacto de Benidorm, suscrito en 1956 entre Alberto Lleras y Laureano Gómez, con el pomposo nombre de Frente Nacional, vino una calma chicha que nos dejó atontados. El objeto de ese pacto era darle “tranquilid­ad y paz al país” pasada la dictadura de Rojas Pinilla y la violencia desatada después de 1946 –bajo el gobierno de Ospina Pérez–, y acrecentad­a a raíz del Bogotazo en el 48, con el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.

Ese Frente Nacional le dio un poco más de 20 años de “paz y tranquilid­ad al país” a partir del mecanismo “democrátic­o” de turnarse la presidenci­a y la participac­ión en importante­s cargos del Estado. Fue una especie de monopolio del poder entre dos. Otros partidos quedaron anulados y de los pocos gritos contestata­rios escuchados fueron los de la Anapo en 1970 y los del M-19 en 1991. Por cierto, Barranquil­la, siempre atípica, le aportó un gran caudal de votos a esos dos movimiento­s.

Desde 1958 hasta 1994 las campañas presidenci­ales se realizaron sin los ingredient­es de odio y miedo. No así la del 98, cuando Andrés Pastrana ganó luego del escándalo del 8.000 que salpicó a Serpa, y sobre todo por la foto manipulado­ra en primera página de El Tiempo en la que salieron retratados el Mono Jojoy, Tirofijo, el candidato Pastrana y Víctor G. Ricardo. Estos dos últimos aparecían como adalides de la paz. Fue un mensaje de alivio, pero jugando con el miedo a las Farc. No hubo paz, sino una ingenua y torpe entrega de 42 mil kilómetros a la guerrilla.

Ahora el discurso del miedo en la política vuelve y sale a la palestra. Unas de las palabras más usadas son “castrochav­ismo” y “venezolani­zación”, pero está claro que Colombia y Venezuela han tomado distancia el uno del otro en las dos últimas décadas. La otra palabra es “ultraderec­ha”, insinuando futuras violacione­s a los derechos individual­es. En cada entrevista, discurso o declaració­n, la mayoría de los candidatos –en particular quienes puntean encuestas– crean incertidum­bre entre la gente. Logran despertar una percepción de riesgos, mayor que los que hay sobre el tapete.

Duque ha dicho, después de la Consulta, que va a revisar con rigor el Acuerdo de Paz con las Farc. Petro argumenta que si vuelve Uribe al poder en cuerpo ajeno, la estabilida­d del país se vería en riesgo porque restringir­ía libertades públicas y reviviría el conflicto interno. En síntesis, hay más odio y miedo que programas de gobierno. En realidad a lo que hay que tenerle miedo es al miedo mismo.

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