La feria del libro
Esta semana tuve la oportunidad de asistir a la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Hace varios años tengo la fortuna de poder visitar con regularidad uno de los eventos más valiosos del calendario cultural colombiano y una de las ferias del libro más importantes de Latinoamérica, comparable a las que se celebran en Guadalajara y Buenos Aires. Con un crecimiento consistente, la versión del año pasado alcanzó a superar el medio millón de visitantes y rompió récords en ventas. En medio del desolador panorama que ofrece la actualidad nacional, resulta terapéutico escaparse del acontecer diario y perderse entre miles de libros, aunque sea una vez al año.
Una de las cosas que más me conmueve en mis visitas es comprobar la enorme cantidad de niños y jóvenes que se observan en el recinto ferial. Los colegios capitalinos organizan excursiones que permiten que sus alumnos conozcan la feria, la recorran y se entretengan por un buen rato. Qué bueno ver a esos estudiantes emocionados, descubriendo sus autores y temáticas favoritas, alejados así sea por un breve momento de sus pantallas celulares y explorando experiencias relacionadas con la literatura, los cómics y hasta la música.
En nuestra ciudad se anunció recientemente la celebración de una feria del libro este año. Según se ha informado, la feria se llevará a cabo en el malecón del río Magdalena, adyacente al centro de eventos y convenciones Puerta de Oro. En buen momento la Administración distrital decidió asumir ese reto, dado que en Barranquilla el mercado del libro es algo escaso, con mínima oferta y prácticamente ningún tipo de agenda; no es gratuito que en una ciudad de más de un millón de habitantes se cuente apenas un puñado de librerías, cinco como mucho y casi todas estableci- das en el norte de la ciudad y en los nuevos centros comerciales. Ojalá que esta nueva feria logre sacudir el interés por la lectura y sus actividades relacionadas, esperemos que sea un éxito y logre consolidarse para que se convierta en un evento periódico y, ¿por qué no?, aspirar a ser un referente para todo el Caribe.
Aunque no suelo exagerar los beneficios que conlleva el hábito de la lectura, estoy seguro de que quien lee con regularidad tiene más posibilidades de formarse un criterio acerca de los fenómenos que nos rodean y moldean la realidad. Se pueden leer cosas buenas y cosas espantosas, y se pueden leer textos insufribles o directamente mentirosos, el simple ejercicio de pasar páginas no asegura una mejora ni cambios fantásticos, habría que ser muy ingenuo para pensar de esa manera. Sin embargo, una sociedad que no valora los libros estará siempre expuesta al vaivén de quienes le brindan la información según su parecer o intereses. Además, y ya como un beneficio adicional, si estuviésemos más atentos de las novedades editoriales que de la sarta de bobadas que nos llega por videos y mensajes digitales, quizá podríamos presenciar un verdadero mejoramiento de lo que se dice y se hace. Una palabra siempre será mejor que un insulso emoticón.