La heroica lucha de la carta en la era del e-mail y el WhatsApp
Atlántico mueve más de tres millones de misivas al año Ruby Campbell, misionera canadiense en B/quilla, es una activa usuaria del viejo servicio epistolar.
En el tiempo del WhatsApp, el correo electrónico y las redes sociales, el envío de cartas se resiste a desaparecer. En Colombia aún existen personas que a pesar de vivir en el mundo de las nuevas tecnologías, todavía siguen escribiendo y enviando misivas. En esta historia, contrario al coronel de la tierra de Macondo, Ruby sí tiene quien le escriba y a quien escribirle.
Ruby Jean Campbell es una canadiense de 78 años que llegó a Barranquilla a una misión pastoral el 25 de abril de 1971. Estando en la ciudad visitó las diferentes cárceles y desde hace 33 años, desde 1985, les escribe cartas a los internos de las prisiones de Barranquilla y ocho ciudades más del país.
Campbell afirma que el volumen de envíos y recibo de correspondencia baja porque con la llegada del e-mail muchas más personas se comunican con tan solo dar un clic. Dice que su apuesta por el correo en físico es producto por el amor a las letras, a su trabajo y también por la falta de tecnologías en los lugares de destinación de su material. Aunque no niega que siente un alivio con la llegada del correo electrónico porque aligeró la carga presupuestal que generaba el envío por correspondencia a distancia.
“Enviamos mucha correspondencia a las prisiones de Valledupar, Popayán, Itagüí, Palmira y Jamundí en el Valle del Cauca, Medellín, Ibagué y La Dorada, Caldas. Nosotros estamos constantemente enviando cartas, de cuatro a cinco paquetes en la semana”, cuenta la canadiense, quien agrega que el costo mensual por el envío por correo asciende a los $300.000.
Es una coleccionista de estampillas, guarda en su oficina sellos postales de Canadá, Venezuela, Beijing, México y Colombia. Recuerda que la última carta que recibió de su madre, que ya falleció, fue en 1991.
“Mi mamá me escribía cartas todas las semanas desde Canadá por mucho tiempo, yo también le escribía y ella guardaba todas mis cartas en una caja. Hablábamos de las noticias de Barranquilla, de cómo la pasaba acá, del clima y los arroyos”, narra Campbell, mientras escribe una de las tantas cartas que envía con frecuencia.
De acuerdo con Juan Botero Botero, gerente regional norte de correo postal 4/72, con la llegada del Internet y el correo electrónico el envío de cartas y postales se vio impactado, lo cual redujo la cantidad de recepción y despacho de estos manuscritos. Pese a esto, afirma que aún se sigue usando la correspondencia.
Según cifras suministradas por Botero, la Caribe es la segunda regional, después de Bogotá, que más envío mueve a nivel nacional con 6 millones de cartas al año. El departamento del Atlántico es el de mayor envío con 3 millones de cartas anuales.
LAS DE MÁS ENVÍO. Las misivas que salen desde Barranquilla tienen como principal destino Bogotá, seguido de ciudades de la Costa como Cartagena y Santa Marta. Estados Unidos es el país que más correspondencia envía hacia la capital atlanticense.
Botero indica que el tiempo que tarda en llegar una postal varía según el lugar de destino al cual se envía. Sostiene que dentro de la Región Caribe el tiempo es máximo de un día. Las tarifas oficiales que maneja esta empresa de correspondencia van desde los $7.500 el certificado por unidad y el envío masivo es de $518 (cuando supera los 100 envíos de una sola vez).
La estampilla o sello postal le da al manuscrito identidad, muestran de dónde vienen o hacia dónde van. Esta etiqueta, cuya forma más usual es cuadrada o rectangular, cuesta entre $500 y $25.000. Las imágenes plasmadas en ese pequeño papel son variadas: hay motivo de Navidad, de la biodiversidad de Colombia, personajes ilustres, lugares representativos del país, entre otros.
“En el Atlántico las estampillas que más se venden son las de Julio Flórez y los escenarios representativos de Barranquilla”, dice Botero, quien agrega que estas emisiones filatélicas son “perseguidas” por los coleccionistas en todo el mundo.
La compañía de correo postal 4/72 cuenta con un puesto de expendio en cada municipio del Atlántico, y en Barranquilla por ser ciudad capital están ubicados cinco puntos de venta, y adicionalmente funciona el centro operativo regional.
LOS MENSAJEROS. Son 46 los mensajeros de esta empresa que tienen la ardua labor de recorrer las calles de la ciudad, a pleno sol currambero, y llegar a los diferentes barrios en la búsqueda del destinatario para poder entregarles el tan esperado documento. Rudy Cataño Chamorro es un mensajero de 61 años, de los cuales ha dedicado 22 a este oficio. Todos los días de 6:15 de la mañana a 3:00 de la tarde, pedal a pedal con su bicicleta reparte la correspondencia que le es asignada.
Asegura que lo más gratificante de realizar su trabajo cada día es la alegría compartida entre sus compañeros de labor y las anécdotas que quedan para contar.
“Me gusta la correspondencia y estar en la calle entregando cartas, la he pasado bien. Es difícil, pero ya estoy acostumbrado y me gusta este oficio”, expresa enérgicamente Cataño, mientras clasifica las misivas en los casilleros de destinación del correo postal.
Rudy tiene como ruta el Centro de Barranquilla, su jornada laboral empieza con unos buenos días, rápidamente busca la mensajería a entregar, la clasifica y luego emprende su recorrido. Dentro de este oficio —cuenta— ha pasado por situaciones jocosas y otras no tantas.
“Una vez fui a entregar una carta y cuando estoy tocando la puerta me dicen: ya voy. Veo que pasan los minutos y nada que abren y una vecina de al lado sale y me pregunta que a quién estoy buscando que ahí no había nadie. Yo le respondo que sí porque me respondieron y ella suelta la risa y me dice que el que me hablaba era un loro”, relata Cataño, en medio de carcajadas. Manifiesta que la inseguridad es muchas veces el lunar en las entregas que debe hacer cada día. Cuenta que en siete ocasiones ha sido víctima de los delincuentes.
“Hay mucha inseguridad, ellos (ladrones) lo atracan a uno para quitarle lo poco que uno lleva en los bolsillos, me han robado ya siete bicicletas”, dice Cataño Chamorro. Él, pese a estas dificultades, dice que seguirá llevando los mensajes esperado por tantos.