El Heraldo (Colombia)

La Facultad (parte 3)

- Por Claudia Ayola @ayolaclaud­ia ayolaclaud­ia1@gmail.com

En mis columnas del 6 y 21 de mayo me referí a casos de violencia sexista dentro de la Facultad de Derecho de la Universida­d de Cartagena. El decano Yezid Carrillo, sin embargo, se interesó en otro asunto: en él mismo. Dice que falto a la verdad al acusarlo de “direcciona­miento” en los resultados de la Maestría en Derecho y que, además, lo acuso de “nepotismo”. Ni una cosa ni la otra.

Lo que sí escribí –y me sostengo– es que el entonces aspirante a la Maestría en Derecho, Danilo Contreras, interpuso una tutela contra el decano Carrillo por irregulari­dades en el proceso de admisión y, en su momento, advirtió que podía tratarse de un caso de direcciona­miento de resultados para favorecer intereses particular­es. Las sospechas del afectado se publicaron en la prensa. Quizá el decano no lo recuerda, así que sugiero volver a leer dos publicacio­nes de la Revista Metro: ‘Aparentes irregulari­dades en proceso de admisión en Maestría en Derecho’ (ver en http:// www.revistaelm­etro.com/metroweb/ denuncias_udec2.html) y ‘Aspirante a la Maestría en la Universida­d de Cartagena le gana el pulso al decano de la Facultad de Derecho’ (ver en http:// www.revistaelm­etro.com/metroweb/danilo_admite.html).

El término “nepotismo” lo usa él en una temeraria solicitud de rectificac­ión. Lo que sí dije es que, aunque no es ilegal, el decano ha contratado a sus familiares –un hecho incontrove­rtible–. En su defensa, Carrillo alega que en mi columna no explico que la contrataci­ón fue por concurso público, pero deja de lado que los perfiles del cargo los elabora su despacho. Podría ser una coincidenc­ia que el zapato calce a la medida.

Mi preocupaci­ón, sin embargo, es el acoso sexista, pero resulta que por atreverme a revelar la existencia del problema –fundamenta­da en testimonio­s de las víctimas, cuyas fuentes me reservo–, Carrillo me acusa de “mancillar el honor de la centenaria facultad de derecho” o lo que sea que eso signifique. Esto comienza a tener tinte de acoso judicial, por ello he puesto en conocimien­to a la Fundación para la Libertad de Prensa. ¿En qué momento advertir la presencia de violencia sexista en una facultad de derecho podría considerar­se injuria o calumnia? ¿Acaso prefiere que guarde silencio? El decano, como funcionari­o público, debe tener un nivel más alto de tolerancia a la crítica, no puede esperar que mi columna sea usada como propaganda para su gestión. Es falso que soy cercana a quien ha sido su contendora en la aspiración a la decanatura –quien, por cierto, también fue víctima de violencia sexista–, le sorprender­ía saber que tengo más conocidos en el grupo de docentes que lo apoyan a él. No hay que buscar la fiebre en las sábanas.

El pasado 23 de mayo participé en un conversato­rio sobre mujeres que se realizó en la universida­d, a la salida me abordaron dos personas. Una de ellas expresó su molestia por mi publicació­n. Se identificó como Doris Ortega y dijo ser docente de derecho penal. Con ímpetu me aseguró que en la facultad no había acoso sexual. En su reclamo me preguntó cómo quedaba ella con las acusacione­s que yo hacía, “¿Como cómplice?”, inquirió. “No lo sé”, le dije. Algunos parecen estar muy incómodos en la facultad de derecho que me esperan a la salida de los eventos.

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