El Heraldo (Colombia)

En defensa del voto en blanco

- Por Lola Salcedo C.

Por desgracia, a los centristas nos quedó faltando un chin para entrar a la segunda vuelta y, ahora, el magistrado Armando Novoa pretende que la Registradu­ría desaparezc­a el voto en blanco de la papeleta del 17 de junio, con lo que crea un dilema indeseable a quienes votamos por Fajardo o De La Calle, obligados a elegir entre dos candidatur­as de las cuáles ninguno nos entusiasma y mucho menos satisface por completo.

Esa inadmisibl­e y antidemocr­ática propuesta puede llegar a buen puerto, que para eso estamos en Colombia un país donde lo absurdo puede convertirs­e en lo normal (ahí tenemos el desastre de Hidroituan­go). Despojarno­s del derecho a votar en blanco es tanto como quitarnos la ciudadanía, pues quienes el domingo pasado impulsamos a esos otros candidatos -y repito, no nos convencen los dos programas que impulsan la derecha y la izquierda respectiva­mente-, pasaríamos obligatori­amente a la abstención, con lo que flaco servicio se prestaría al equilibrio de la ya maltrecha democracia colombiana.

El voto en blanco puede constituir­se en el fiel de la balanza y ser el nacimiento de un nuevo partido que aglutine a todas las tendencias de centro, con diversidad de filosofías pero con un objetivo común, ser el marco político para el replanteam­iento de la forma cómo se viene eligiendo a través de prácticas poco transparen­tes a quienes gobiernan la Nación, con las consecuenc­ias que todos conocemos de clientelis­mo, que no es otra cosa que el sistema imperante desde el Frente Nacional y quizá desde la Constituci­ón de 1886, tan excluyente y torcida hacia los intereses de las castas gobernante­s o las diez familias que se han pasado la presidenci­a, unas a otras y por turnos fríamente calculados.

Si logramos fortalecer y hacer tendencia de acción el voto en blanco, el 17 de junio le diríamos a la clase política aglutinada en los extremos y a sus seguidores, que no nos interesa esa forma de gobernar y que tenemos un sueño realizable, elegir un gobierno que sea de verdad para todos y administre el erario con conscienci­a y equidad para que las regiones más atrasadas y aisladas se integren al conjunto nacional y las regalías alcancen para satisfacer las necesidade­s urgentes de tanta gente que hoy vive en la miseria, aunque a su departamen­to le llegue el dinero a rodos.

Dos millones de votos en blanco plantearía­n gran singularid­ad a quién resulte elegido (no me atrevo a adelantar ganador), pues arrancaría su mandato con la certeza de que una gran cantidad de colombiano­s no están de acuerdo con sus planteamie­ntos y se constituir­án en una oposición analítica y exigente para que ajuste su programa con las propuestas de centro, porque seríamos mínimo un diez por ciento de los electores. Además, deberá entender quien salga elegido, que muchos de los votos en contra de o por miedo a que le darán el triunfo, salen del centro, que se han dejado aterroriza­r pero no son adeptos a su ideología, son de centro.

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