El Heraldo (Colombia)

El voto en blanco, protagonis­ta de primer nivel

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Nunca antes el voto en blanco había sido protagonis­ta de una elección presidenci­a en Colombia. La limitante de no tener efectos jurídicos o legales en la segunda vuelta, se ha convertido en una barrera que atenta contra su consolidac­ión como actor electoral. No obstante, esta vez las encuestas muestran que tendrá un papel protagónic­o. Los anuncios de los excandidat­os Sergio Fajardo y Humberto de la Calle, en el sentido de que votarían en blanco, contribuye­ron a su crecimient­o en las encuestas. Hoy marca por encima del 5%. Los efectos del voto en blanco son políticos, no jurídicos. Su trascenden­cia en consecuenc­ia se medirá por el número de sufragios que alcance el próximo domingo. Los hechos políticos tienen consecuenc­ias políticas. Punto. Veamos un ejemplo: un hecho político (la Séptima Papeleta) tuvo consecuenc­ias políticas (la Asamblea Nacional Constituye­nte de 1991). Por ello no es justo darle al voto en blanco la categoría de “voto inútil o voto cobarde”, como tampoco es acertado considerar­lo un “candidato”, como plantean algunos analistas. Eso sí es un error, puesto que el voto en blanco es una opción legal y legítima que permite al elector expresar su inconformi­dad con los candidatos finalistas. Pretender “humanizarl­o poniéndole rostro de candidato”, hasta el punto de exigirle que proponga soluciones a los problemas del país, carece de toda lógica. En las actuales circunstan­cias votar en blanco es también un castigo a dos posturas extremista­s, basadas en argumentos de fuerza, así ahora por pura convenienc­ia política, algunos de sus voceros moderen el discurso. Votar en blanco contribuye también a vencer el abstencion­ismo, uno de los peores males de todo sistema democrátic­o.

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