El Heraldo (Colombia)

No es país para bellas

- Por Jaime Romero Sampayo

El concurso de Miss América acaba de comunicar que ahora ya no evaluará la belleza de sus concursant­es (¿Qué diría Paris de Troya?), sino su carácter, su ingenio y su pasión. Lo que ahora les interesa juzgar es “el alma de las mujeres” (¿Qué dirían Afrodita y Atenea?). Por eso ya no habrá más trajes de gala, los tacones serán opcionales y el desfile en traje de baño se sustituirá draconiana­mente por un debate de ideas entre las participan­tes y el jurado (¿Qué diría la diosa Hera?).

Hablando de diosas, Eris nunca representó mejor su papel de diosa de la discordia como el día que, resentida porque el padre de Aquiles no la invitó a su boda, ahí se presentó un momentico llevando una manzana con la frase “Para la más bella”, la dejó y se fue… ¡Se acabó toda paz y concordia en esa fiesta!

Sí, porque si la vanidad de las mujeres bellas no es poca, cómo no será de infinita y competitiv­a la de las diosas inmortales y sin arrugas. Hera dijo que la manzana era para ella, Atenea dijo que ni loca y Afrodita incluso intentó pegarle un bocado. Al final le tuvieron que pedir a Zeus que dirimiera el asunto. Pero Zeus no era bobo y dijo que no, que él no, que dijera otro. Y eligió a Paris de Troya para juzgar cuál de las tres diosas era la más bella.

El concurso de Miss América ataca así la tradición. Y además les caerá una buena catarata de demandas millonaria­s por “publicidad engañosa” y “daños y perjuicios emocionale­s”: miles de jovencitas poco agraciadas, pero con sueños secretos de corona, después no van a querer comprender cuando sean tajantemen­te rechazadas por el concurso. ¿O es que alguno se cree que la nueva reina va a ser una Betty la Fea? ¿O que el tal debate de ideas se hará en latín y de ahí Harvard va a sacar un libro?

De todos modos, la inteligenc­ia está sobrevalor­ada. La belleza, la elegancia natural, la armonía en los movimiento­s del cuerpo son valores en sí mismos, y no tienen por qué estar pidiendo perdón ni permiso a nadie. Los humanos amamos la belleza y punto. Igual las mujeres que los hombres. ¿O acaso el David de Miguel Ángel es un homenaje a la lógica aristotéli­ca?

En el célebre cuadro de Rubens, El juicio de Paris, las tres diosas no aparecen con traje de gala, ni traje de baño, ni traje ninguno. A belleza limpia se presentaro­n ante Paris de Troya. Hera, incluso, aparece dándose la vuelta, casi ya de espaldas, mirando sobre su hombro a Paris: quería que la viera en toda su realidad y así tuviera un criterio más sólido y más amplio. Sin embargo, siendo todas bellas, ahí mismo dio comienzo la tradición de los sobornos en los reinados: Atenea le ofreció sabiduría, Hera le propuso el imperio de Asia, pero Afrodita le prometió el amor de la que fuera la mujer mortal más hermosa del mundo, y con eso ganó.

El problema fue que esa mujer ya estaba casada, se llamaba Helena y su fuga con Paris originó la guerra de Troya. Pero nadie nunca dijo que el amor y la belleza sean fáciles, o que acaso se pudieran dirimir en un debate de ideas.

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