El Heraldo (Colombia)

El ministro comerciant­e

- Por Jorge Muñoz C. @desdeelfri­o

Fenalco es la organizaci­ón colombiana que agremia a los comerciant­es. El principal de sus objetivos misionales es defender los intereses de sus afiliados, es decir, los negociante­s, los que venden cosas para vivir.

De esta organizaci­ón proviene el nuevo ministro de Defensa, Guillermo Botero, un abogado que toda su vida sido un comerciant­e, un vendedor, de flores primero, de servicios de logística después, y desde hace 15 años ha sido el vocero de sus colegas mercaderes.

La decisión de nombrar a una persona con esta hoja de vida para un cargo del que depende la seguridad nacional de un país como Colombia, es extraña, inconvenie­nte y sospechosa. Tal como pasó en el caso del ministro actual, también surgido de un gremio empresaria­l, parece que el gobierno necesitara en ese cargo a un gerente, a un administra­dor de presupuest­os, y no a un civil especializ­ado en estrategia militar, en inteligenc­ia, en manejo de conflictos, en asuntos castrenses.

Uno no se imagina a un comandante con el perfil de Botero –como tampoco con el de Villegas– dando órdenes a los generales acerca de cuándo atacar a un enemigo del Estado, con cuántas tropas, con cuáles recursos, cuándo usar apoyo aéreo, cuándo combinar infantería de marina con helicópter­os artillados. Algunos dirán que para eso están los oficiales del Alto Mando: para explicarle al advenedizo, para convencerl­o, para orientarlo, para enseñarle, para ponerle sobre la mesa las herramient­as con las cuales el jefe decidirá el destino de vidas humanas. Pero esas decisiones requieren de un criterio que solo se adquiere del conocimien­to y la experienci­a de las que el nuevo funcionari­o carece.

Apenas se conoció su designació­n, el nuevo ministro dejó salir su temeraria intención de promover leyes que regulen las protestas sociales para que sean “ordenadas” y “represente­n los intereses de todos los colombiano­s y no solo de un pequeño grupo”.

Este anuncio introducto­rio refleja la ignorancia y sectarismo de Botero; por una parte, la protesta social, un derecho constituci­onal, es en la práctica la única herramient­a que tienen los grupos minoritari­os para hacerse escuchar; por otro lado, cualquier intervenci­ón del Gobierno acerca de una eventual “regulación” de huelgas, mítines, manifestac­iones y marchas, le correspond­e al Ministerio del Interior, no al de Defensa, en cuyas manos solo está hacer cumplir el Código de Policía que se aprueba en el Congreso. Ambas cosas las desconoce el ministro comerciant­e, como desconoce con cuántos soldados se conforma un batallón.

La designació­n de Botero, y sus primeras declaracio­nes, delatan el manejo político que se le dará a la cartera de defensa a partir del 7 de agosto, lo cual será, no solo ineficient­e sino también peligroso. Más le valdría al nuevo jefe de los soldados enterarse, leyendo resúmenes de libros y visitando los cuarteles, de qué va su cargo, en lugar de concentrar sus primeros esfuerzos en intimidar a quienes, con seguridad, saldrán a la calle en los próximos cuatro años a protestar por los múltiples desacierto­s que cometerá el Gobierno que los colombiano­s tuvimos la insensatez de elegir.

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