El Heraldo (Colombia)

Entre columnas

- Por Emilia Sáez de Ibarra

Ya estoy aquí. Desde mi ventana miro el cielo que tanta falta me ha hecho en mi ausencia. Y no puedo evitar los recuerdos: me llevaban en la camilla hospitalar­ia. Sonó el celular que todavía mantenía junto a mí. Lo abrió la enfermera: era María Eugenia Castro: “¿Te has enterado de la muerte de Tonino?”. “No –alcancé a decirle–. Yo estoy entrando al quirófano para quitarme un tumor de la columna”. La noticia de mi amiga no fue la mejor introducci­ón para la cirugía que me esperaba, con la seguridad de que te van a dormir y la posibilida­d de que no te despiertes.

He respirado profundo. He vuelto a mirar al cielo y pienso en el amor de mi vida que tanto tiempo fue compañero de columnas con el amigo cordial, Antonio Celia Cozzarelli, y he pensado que en recuerdo a “sus avatares columnista­s” hoy, buscándole­s el común denominado­r de sus amores, uno de ellos comprobado a todas luces: su amor por la Barranquil­la de esta América de esplendoro­sa grandeza, en donde por cuyo amor, tanto Tonino como Jesús, siempre han sido fervientes.

He buscado una columna de Sáez de Ibarra que abarca sus impresione­s sobre esta América insondable: “Luis Vives, el gran humanista a quien Dilthey llama el primer Psicólogo en la historia, nacido en los albores de 1492, siete meses antes del Descubrimi­ento de América, perteneció a la generación que vive el maravillam­iento, la sorpresa y la aventura de, como él llamaba, el ensanchami­ento del mundo: “verdaderam­ente se ha abierto al género humano su orbe”, escribirá en su madurez.

El hombre cuyo cerebro fascina a las universida­des de Oxford, Brujas, Bruselas, Alcalá y Lovaina, se arrodilla deslumbrad­o ante el Descubrimi­ento de América.

Viviendo en esta América, todavía hoy, a mí me pasa, cruzar el Río de la Magdalena, me causa una sensación impactante. De mi pequeñez frente a la inmensidad de Dios. A su lado, Europa resulta ser apenas la diminuta instalació­n de un pesebre de Belén. Recuerdo el juicio irónico del argentino que habituado a contemplar su Río de la Plata, comentaba, sorprendid­o por la pequeñez del Río Guadalquiv­ir en Sevilla: “Tanta literatura para tan poca lagrima”.

El europeo dice “montaña”, “llano”, “río” y experiment­a que en el hueco semántico de estas palabras que le eran familiares, no encuentra cabida tanta tierra, tanto horizonte y tan infinitas aguas.

América es, en primer término, una enorme presencia física. Descomunal. Abrumadora. Llanuras sin límites y ríos sin orillas. América. La América que nos cantó Nino Bravo, el valenciano enamorado de ella: “Un inmenso jardín, eso es América. Cuando Dios hizo el edén pensó en América”. Cuando hemos tenido la suerte de la maravilla de vivirla nos quedamos para siempre prisionero­s de ella.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia