En Barranquilla empezó todo
Que el deporte colombiano está viviendo un boom es una evidencia contrastable en los Juegos que se están celebrando en Barranquilla. Que los atletas pueden hoy prepararse mejor que en tiempos pasados, también es una verdad. Y que todos los deportes que no son el fútbol necesitan más apoyo mediático es otra realidad indiscutible y de ahí la reivindicación que lanzó hace unos días el patinador de oro Álex Cujavante.
Y tanto ha evolucionado el deporte colombiano que, periodistas veteranos en la cobertura de eventos de la magnitud del que se está celebrando en Barranquilla comentan sorprendidos como el Colíseo Elías Chegwin lució camisetas amarillas el día de la final de baloncesto femenino entre Colombia y Cuba. “Esa ola amarilla de aficionados solo creía que existía para la selección Colombia de fútbol, pero la vi en baloncesto y también en la final de voleibol”, oigo comentar en la sala de prensa de Puerta de Oro.
Ese fervor patrio exhibido por el público colombiano en otros deportes tendría que ser complementado por la valoración de las medallas conseguidas. Sean de oro, de plata o de bronce. Y tengo la leve impresión que en estos Juegos, y debido a las expectativas creadas, todo lo que no sea oro, no reluce. Y eso no es justo.
El oro de las chicas de la selección de baloncesto, liderada por el seleccionador Luis Cuenca, tiene un valor incalculable. Cuba llevaba diez Juegos seguidos adjudicándose esa medalla y vino a perder esa hegemonía en Barranquilla ante nuestras mujeres, a las que deberíamos darle un reconocimiento extraordinario.
Pero la plata lograda por el voleibol femenino también tiene un valor de peso, que habla de un trabajo en silencio de otro deporte que surge de la nada en cuanto al apoyo mediático, y que acaba sorprendiendo a propios y extraños al mismo tiempo que cautivando a un público que ha deseado conocerlo y apoyarlo. Y esa plata vale. Y vale mucho.
“Hace unos años no ganábamos ni la medalla de cobre”, me dice un compañero. “Y ahora parece que si no ganamos el oro no es importante la plata”, remata el interlocutor. Y es verdad. Y sólo los deportistas saben lo que cuesta llegar a una final. Eso no es fácil. El deporte colombiano, incluido el periodismo, tiene que dar un paso adelante y pensar que Barranquilla es la cuna de todo. Y que ojalá el día que lo más alto del medallero sea ocupado por Colombia podamos decir “en Barranquilla empezó todo”.