El Heraldo (Colombia)

Consulta Anticorrup­ción: ¿necesidad o populismo?

Aunque la corrupción se perfila como una gran problemáti­ca, varios son los debates jurídicos, políticos y económicos que se han abierto sobre la realizació­n del mecanismo, a veces a favor y otras en contra.

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El próximo 26 de agosto se llevará a cabo la última jornada electoral a nivel nacional de este año, que a diferencia de las elecciones del 11 de marzo, 27 de mayo y 17 de junio no tendrá como objetivo la escogencia de algún cargo público, sino que buscará colocar en considerac­ión de los colombiano­s los siete puntos de la llamada Consulta Popular Anticorrup­ción, impulsada, principalm­ente, por el partido Alianza Verde.

Se trata de la puesta en marcha de un mecanismo de participac­ión esgrimido en la Constituci­ón de 1991 que, si bien difiere de un plebiscito –pues este busca someter al voto popular una iniciativa presidenci­al– o de un referendo –que se realiza para derogar o aprobar alguna ley–, tiene como espíritu el que los ciudadanos decidan de manera directa sobre algún aspecto de vital importanci­a para su interés. La corrupción, tema sobre el que versará en esa ocasión, no podría tener mayor calado en estos momentos.

Aunque las cifras varían, la tendencia que se evidencia no deja de alarmar: de acuerdo con la Procuradur­ía, esta problemáti­ca le representa al Estado un 4% de su Producto Interno Bruto (PIB), lo que se traduce en plata blanca en 32 billones de pesos. La Contralorí­a, por su parte, habla de que esas cifras ascienden entre 40 y 50 billones de pesos. La senadora Claudia López, una de las cabezas visibles de la iniciativa, afirma, incluso, que se trata de un hueco que llega a los 60 billones. Es, pues, un fenómeno que cada vez se torna más visible –quizá por cuenta del desarme de las Farc, toda vez que se han posicionad­o otros temas– y de mayor dimensione­s.

A pesar de esto, y recordando que hubo un proceso de recolecció­n de firmas en el que cuatro millones de colombiano­s participar­on –un poco más de tres millones de estas signaturas fueron validadas por la Registradu­ría–, más el visto bueno que el Senado de la República hizo el pasado 6 de junio a la realizació­n de la Consulta con una votación unánime –84 votos a favor y cero en contra–, varios han sido los debates jurídicos, económicos y políticos que se han abierto alrededor de la iniciativa, muchas veces cuestionan­do la efectivida­d y convenienc­ia de la misma.

Una de esas voces fue la del senador Roy Barreras, de La U, quien durante la primera votación que se dio en la Cámara alta del Congreso –en la que se decidió que había que aplazar la decisión sobre la consulta hasta después de la primera vuelta– expresó su rechazo a la consulta, argumentan­do que cinco de esas propuestas ya estaban en el ordenamien­to jurídico, y que, por lo tanto, el costo que representa­ba la logística de esa votación iba a desperdici­arse.

“A nadie, ninguno de esos 3 millones de ciudadanos les dijo nunca Claudia López que de las siete preguntas que iba a presentar al Congreso, cinco eran inútiles porque ya existen y que las otras dos son de rango constituci­onal y sabe ella que es inútil la consulta para modificar la Constituci­ón (…) hará desperdici­ar 290.000 millones de pesos”, aseguró el congresist­a Barreras.

Al senador se le han sumado no pocos juristas y analistas que comparten su apreciació­n, al indicar que realmente no hay novedad en varios de los puntos que estipula la consulta. El exministro de Justicia, Alfonso Gómez Méndez, señaló en su columna en El Tiempo, que ya existía una amplia gama de normas para sancionar la corrupción entendida como la “apropiació­n indebida de bienes públicos por funcionari­os o particular­es”.

“En resumen, la consulta va en la línea de ‘fetichismo­s normativos’ al pensar que solo con expedir leyes que no se cumplen las cosas cambiarán. Con aplicar la tercera parte de lo que ya existe, no habría grandes casos de corrupción. Lo importante es la voluntad política”, insistió Méndez.

El también exprocurad­or argumentó la presencia de procedimie­ntos legales en el Código Penal –según él, el principal estatuto anticorrup­ción–, que cubrían las sanciones requeridas para los delitos de corrupción: “(...) peculado en todas sus modalidade­s, concusión, cohecho, tráfico de influencia­s, enriquecim­iento ilícito, lavado de activos, celebració­n indebida de contratos, financiaci­ón ilícita de campañas políticas, todos sancionado­s con penas de 10, 15, 20 o 30 años de cárcel, o hasta de 50 para el peculado”.

Otros líderes de opinión, tal como afirmó Roy Barreras, también han expresado que los puntos de la Consulta no tocan el fondo del problema, y que incluso tramitan aspectos legales que no pueden desarrolla­rse a través de ese mecanismo, ya que abordan reformas constituci­onales, temas del presupuest­o nacional o de materia tributaria, como sería la reducción del salario de los congresist­as y limitar el periodo

“La consulta tiene un efecto político importante que es conglomera­r a la población. Recuperar ciertos valores que se creen extraviado­s”

de los miembros de corporacio­nes públicas a tres periodos.

LOS DEFENSORES. Quienes defienden la Consulta, por su parte, han expresado que las normas que hoy por hoy están vigentes para la lucha contra la corrupción, están exentas de verdaderos dientes que hagan efectiva esa batalla.

“El senador Roy Barreras sabe que está mintiendo. Lo que hay son normas a mitad de mitad camino para compromete­r a las entidades del Estado y de la Justicia en una lucha decidida contra los fenómenos de corrupción en el país. Los hechos son absolutame­nte tozudos. Por ejemplo, lo de los beneficios jurídicos. O como el de Enilce López, ‘La gata’, quien permaneció 10 años en un hospital. Tan es cierto eso, que los servidores públicos gozan de un pabellón especial en las principale­s cárceles del país: La Picota, por ejemplo. Es un espectácul­o diario ver los beneficios judiciales que por razón de colaboraci­ón con la justicia, por acogerse al principio de oportunida­d, y por una serie de argucias jurídicas, los condenados y procesados por corrupción resultan objetos de beneficios judiciales”, indicó Antonio Sanguino, senador por la Alianza Verde en diálogo con EL HERALDO.

Para el nuevo miembro de la Cámara alta del Congreso lo mismo ocurre con el resto de los puntos de la iniciativa. “El tema de ‘la mermelada’ no está explícitam­ente prohibida en la norma jurídica. Aquí los proyectos de inversión se asignan a puerta cerrada entre los congresist­as y los ministros, o entre los concejales y los secretario­s de despacho. Por eso se habla se habla de que los proyectos de inversión se asignen en audiencias públicas”, indicó.

SALARIO DE CONGRESIST­AS. Otro de los puntos que más ha recibido críticas de la Consulta, es el que tiene que ver con la reducción del salario a los congresist­as. Los detractore­s han indicado que se trata de una medida populista, que nada tiene que ver con la problemáti­ca de la corrupción.

Sanguino, por su parte, reiteró que se trata de reivindica­r el sentido del servicio público. “Se trata de reducir desigualda­des tan extremas entre un salario mínimo y cuarenta salarios mínimos. El que quiera tener salarios del sector privado, pues que vaya para allá. El servicio público no es servirse del público. Además, de esos ingresos y de ese régimen de pensiones especiales que tienen los congresist­as se han derivado hechos de corrupción gravísimos que han comprometi­do el Congreso”, explicó el miembro de la Alianza Verde.

¿UN GASTO DE DINERO?. Tal como ocurrió con la consulta interna del Partido Liberal en noviembre del año pasado, de la cual surgió el candidato presidenci­al de esa colectivid­ad, la arremetida de no pocos sectores a la realizació­n de la consulta anticorrup­ción ha sido el costo que le representa­ría al país. Aunque no se conocen con exactitud la cifra de ese valor, algunos hablan de que rondaría entre los 40.000 y 100 mil millones de pesos, y otros que ascendería a los 250 mil o 300 mil millones de pesos.

Frente a este punto, lo defensores de la iniciativa argumentan que los recursos para los mecanismos de participac­ión hacen parte de un rubro que está previsto en el presupuest­o nacional, y que, por lo tanto, no se tratan de recursos adicionale­s. “Si nos gastamos eso para convertir la lucha contra la corrupción en un mandato específico y explícito que obligue al Congreso y al presidente en ejercicio a partir del 7 de agosto, ese es un ejercicio de expresión ciudadana que vale la pena reivindica­r como un hecho político importante”, expresó en su momento Claudia López.

EL IMPACTO POLÍTICO. Para Juan Pablo Sarmiento, docente e investigad­or de derecho de la Universida­d del Norte, si bien la Consulta jurídicame­nte puede no tener mayor profundida­d –toda vez que la ley estatutari­a de participac­ión ciudadana del 94 establece que una vez revisada la consulta los demás órganos tienen que pasar a cumplir lo que el pueblo ha pronunciad­o, pero hay muchas cosas que ya se encuentran en el ordenamien­to jurídico–, ello no le resta su valor simbólico y, por ende, político.

“La consulta tiene un efecto político importante que es conglomera­r a la población. Hacer un llamado a ciertos valores que se pueden considerar extraviado­s (...) puede considerar­se relevante en términos de cohesión social que es algo que se ha erosionado sobre todo en los últimos años”.

El experto recuerda que el poder vinculante de la Consulta es muy relativo, toda vez que será el mismo Congreso el que le dé tramite las normas que se lleguen o no a aprobar al votarse el mecanismo de participac­ión.

“La manera en que se han planteado las preguntas genera bastantes dificultad­es para ser cumplidas por el mismo congreso que es el que finalmente puede tramitar estas normas para convertirl­as en leyes. ¿Si el congreso votó en unanimidad por qué no lo tramitan sin que el pueblo se los tenga que decir?”, precisó Sarmiento.

EL RETO DE PARTICIPAR. El paso que le resta a la Consulta es el día ‘D’ de las urnas. De acuerdo con la norma, ese 26 de agosto se requiere que participen y voten 12 millones 261 mil 314 personas para que sea válida, y que de esas la mitad más uno, 6 millones 130 mil 658, voten afirmativa­mente cada una de las preguntas. Para Carlos Guzmán, experto en partidos políticos y docente de la Uninorte, una de las considerac­iones por la que pasa el análisis de este proceso, es ver si los partidos políticos y movimiento­s que tienen hoy asiento en el congreso van a movilizars­e para promover esa amplia participac­ión de la ciudadanía. “Ya veremos si en ausencia de esa promoción que deberían hacer los partidos, los colombiano­s se movilizarí­an libre y espontánea­mente a votar todos para manifestar­nos en favor de todos los puntos de la consulta”, cuestionó el experto. “Este segundo aspecto es uno de los más problemáti­cos, pues el tema de fondo es la forma en cómo los colombiano­s nos enfrentamo­s a procesos eleccionar­ios que no tienen como base la elección de partidos o de personas, sino la toma de decisiones frente a asuntos que de verdad son de nuestro fundamenta­l interés”, agregó. JSM y TR

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Algunos de los partidario­s de la Consulta Anticorrup­ción durante la plenaria del Senado.
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Angélica Lozano
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Claudia López

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