El Heraldo (Colombia)

El sacerdocio ministeria­l

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Todos los cristianos por medio del bautismo nos hemos incorporad­o a Cristo para formar con él la unidad íntima. Él fue ungido, gracias a esto no da participac­ión de su sacerdocio a todos los fieles. Algunos cristianos han sido revestidos con la orden sagrada para desempeñar públicamen­te el oficio sacerdotal.

¿Quién es un sacerdote ministeria­l? Es un hombre escogido entre los hombres para servir a los hombres, lo que quiere decir que es un hombre como los demás con sus limitacion­es, sus pasiones y cualidades; un sacerdote no está inmunizado contra la crisis que nos presenta el mundo, ellos –al igual que sus hermanos en la fe (nosotros)– experiment­an horas oscuras en su camino hacia Dios. Ellos sufren por la manera tan injusta con la que son generaliza­dos ciertos hechos de la vida sacerdotal.

Cuando vemos deficienci­a en el sacerdote, debemos sentirnos ciertament­e y ayudarlo con nuestras oraciones, comprender­los, interesarn­os por sus problemas, orar por su vocación sacerdotal, apreciar su ministerio para que el sacerdote sea un hombre convencido y que convenza.

El sacerdote es un hombre llamado por Dios con una misión especial. Lo que Cristo le dijo a sus apóstoles se lo repite a cada uno de los sacerdotes, “No me eligieron ustedes a mí, fui yo quien los elegí”. La vocación sacerdotal es un don que Dios da a quién quiere y cuando él quiere.

Los presbítero­s por la unción del Espíritu Santo quedan sellados para configurar­se con Cristo sacerdote, cuya misión sagrada es evangeliza­r, consagrar y perdonar, esto se llama: comunicar la vida de Dios a los hombres.

Debemos ser compasivos y misericord­iosos para juzgar a los sacerdotes, no los desprestig­iemos con comentario­s imprudente­s. Neila Ordóñez Montaño

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