El Heraldo (Colombia)

¿Por qué roban los doctores?

- Por Javier Darío Restrepo Jrestrep1@gmail.com @JaDaRestre­po.

Contra el gigante y bien armado Goliat el pequeño y frágil David solo tuvo a mano tres piedras. En esa escena pienso cuando leo en el periódico la lista de proyectos de ley con la que el Congreso emprende su lucha contra la corrupción. Antes creíamos que la guerrilla y sus violencias eran el primer problema nacional, hoy nadie lo duda: es la corrupción que tiene estatura y armas de gigante, contamina personas, institucio­nes y la vida nacional, y aparece invencible, aún frente a los 11 millones que votaron en la consulta.

Para derrotarla no parecen suficiente­s la congelació­n de salarios de congresist­as y funcionari­os, ni el control burocrátic­o o ciudadano de los contratos, ni las sanciones, ni la fiscalizac­ión a cuentas, rentas, bienes o contratos. Son medidas que dejan intactas las raíces del problema.

¿Por qué roban los doctores? Ya se sabe que el ladrón de supermerca­dos o de gallinas lo hace porque tiene hambre. Pero ese no es el problema: ¿por qué roban los doctores, que tienen títulos, dinero, propiedade­s, buenos sueldos y apellidos y, sin embargo, roban? ¿Por qué?

Porque para ellos el dinero lo es todo. El dinero da poder: compra votos, y los votos dan poder; el dinero da influencia, y la influencia es poder; el dinero da prestigio, compra lealtades, mueve todo, por tanto el dinero es lo primero.

Esta es una filosofía que la vida enseña, que pone al servicio del dinero el pensamient­o y las voluntades y que atraviesa de lado a lado la cultura; así el dinero dejó de ser un instrument­o y se convirtió en un dios.

La mayor aproximaci­ón a la propuesta de emprender un cambio cultural, se la oí a la lúcida esposa de Antanas Mockus, Adriana Córdoba: “una de las soluciones debe ser combatir las justificac­iones”. Se refería a esos sofismas que urde la mala conciencia para justificar lo injustific­able: “el vivo vive del bobo”, “todos lo hacen”, “si yo lo hago no pasa nada”. Son las excusas para la trampa a los impuestos, en las medidas de las pesas; o para violar las leyes de tránsito, o para irrespetar la fila. Son gotas que hacen lluvia y que son parte de un tsunami.

En las ocho propuestas de ley no se habla de las universida­des concentrad­as en formar gente que haga cosas, y que miran al otro lado a la hora de formar personas decentes e íntegras. Ni se habla de que la primera batalla contra la corrupción tiene que ganarse en el interior de cada persona. Tampoco se menciona que la estructura política y constituci­onal del país parece diseñada para que sea una sociedad de corruptos. Concluía, por tanto, un estudio del Externado sobre corrupción, que lo hecho en los últimos 20 años ha sido tiempo perdido. Año tras año la corrupción se ha adueñado, más y más, del alma colombiana.

Y tal como se ve hoy esta historia, si se emprende la tarea de hacer el cambio cultural que libere al país de su marca de corrupción y para que no sigan robando los doctores, los primeros resultados se verán en 100 años, tan lento y difícil es el cambio de una cultura. Por tanto, hay que comenzar ya, porque para mañana será tarde.

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