El Heraldo (Colombia)

Dejemos tranquila la tutela

Compartimo­s la posición de los partidos del Senado de que no se dan las circunstan­cias para reformar el mecanismo de la tutela. Antes que nada, hay que mejorar la eficacia del aparato judicial en su conjunto.

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La pretensión del Gobierno de introducir algunos retoques en la figura de la tutela no ha encontrado, por lo visto, apoyo en ninguno de los partidos con presencia parlamenta­ria.

Con diferentes matices, los miembros de la Comisión Primera del Senado le transmitie­ron a la ministra de Justicia, Gloria María Borrero, que sería un error modificar un instrument­o jurídico que ha logrado tanta popularida­d entre los ciudadanos.

Nos parece acertada la actitud de los senadores. Si bien es cierto que la acción de tutela puede dotarse de mayor eficacia, o que en ocasiones se abusa de ese mecanismo legal, creemos que no se dan las circunstan­cias para abrir un debate sobre su eventual reforma. El principal argumento en favor de esta posición es la extraordin­aria acogida que, como ya señalamos, ha conseguido la tutela entre la población, sobre todo la de menores recursos, que históricam­ente ha tenido dificultad­es para defender sus derechos.

La tutela, como es sabido, se usa para la defensa de los derechos fundamenta­les cuando exista una amenaza inminente de vulneració­n por acción u omisión de alguna autoridad pública. Y también contra particular­es encargados de la prestación de un servicio público cuya conducta afecte gravemente el interés colectivo. Su éxito obedece no solo a su particular naturaleza jurídica o a la rapidez de su tramitació­n, que es de 10 días. También, como en alguna ocasión apuntó certeramen­te el exministro de Justicia, Yesid Reyes, y por paradójico que suene, responde a la falta de confianza de los ciudadanos en la administra­ción de la justicia. Según Reyes, si los procesos no fueran tan lentos y enrevesado­s en diversas jurisdicci­ones, tal vez los ciudadanos recurriría­n con menos frecuencia a la tutela. Por lo tanto, la mejor manera de contener el alud de pleitos a través de este mecanismo es imprimir mayor eficacia a la maquinaria judicial en su conjunto. El Gobierno buscaba, entre otros puntos, que el uso de la tutela, accesible hoy a “toda persona”, se restringie­ra a “toda persona legitimada”. O que solo se pudiera interponer ante juzgados especializ­ados, frente a la posibilida­d actual de hacerlo ante cualquier despacho judicial. Pretender modificar la tutela –incluso en nombre de una supuesta mejora en su práctica, como alega la ministra Borrero– lanza un mal mensaje a la ciudadanía. Es como decirle que, por su bien, se van a hacer algunas pequeñas intervenci­ones quirúrgica­s al instrument­o que más ha hecho por democratiz­ar la justicia, mientras que el mastodónti­co aparato judicial sigue ahuyentand­o, con su lentitud y sus trabas, a los potenciale­s usuarios.

Dejemos, pues, la tutela tranquila. No sea que el remedio sea peor que la enfermedad.

Pretender modificar la tutela –incluso en nombre de una supuesta mejora en su práctica– es como decirle a la ciudadanía que, por su bien, se va a intervenir la herramient­a jurídica que más ha hecho por democratiz­ar la justicia.

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