Vencimiento de términos
En un evento académico celebrado hace poco, a una destacada funcionaria del ámbito privado le preguntaron sobre las acciones que entendía prioritarias para el desarrollo de la Región Caribe. Su respuesta fue un abrumador catálogo de tareas, abarcando proyectos de salud, infraestructura, educación, medio ambiente, en fin, una larga relación de las carencias y necesidades que definen nuestro atraso. Todo eso nos hace falta y eventualmente habrá que intentar superar esas situaciones, pero tampoco se necesita demasiado análisis para descubrir que no todo se puede hacer al mismo tiempo. Cuando soy testigo de tales declaraciones, confirmo que muchas veces nos condena un equivocado, aunque entendible, afán por abarcar mucho y apretar poco, despilfarrando valiosos recursos en el intento y de paso agotando a las instituciones estatales en fallidas y decepcionantes empresas redentoras.
En este país, tan complicado y perverso, hay todavía ciertos asuntos fundamentales que no se han podido encarrilar y no parece que se hagan los esfuerzos suficientes para lograrlo. Nos desgastamos diseñando sofisticadísimos proyectos, planes, instrumentos y leyes (sobre todo leyes), que en muchos casos resultan impracticables y que propician insospechados problemas, en ocasiones peores que aquellos que pretendían solucionar. Todo esto sucede mientras cosas sumamente perniciosas siguen enrareciendo el difícil camino que nos puede llevar a experimentar una vida menos inquietante.
El paquidérmico y aparatoso sistema legal que hemos construido es quizá el mayor obstáculo que debemos superar si en realidad queremos mejorar las condiciones de vida de los colombianos. Con una revisión superficial se puede comprobar que casi todo lo que nos pasa se relaciona con la incapacidad de impartir justicia. La corrupción, la delincuencia, las estafas, todo navega por un enorme mar de impunidad que termina incentivando cualquier práctica criminal, mientras una interminable letanía de normas y requisitos ahogan al ciudadano que intenta hacer las cosas con honestidad. Entre los ejemplos más vergonzosos del disparate, se destaca el procedimiento que permite liberar a un procesado aludiendo demoras atribuibles al Estado, la figura del vencimiento de términos.
Puedo entender que tal recurso sea válido en algunos casos, en faltas menores que realmente no generen un peligro mayor para todos, pero no me cabe en la cabeza que por vencimiento de términos queden libres presuntos asesinos, secuestradores e inclusive perpetradores de cosas más horrendas. No es algo menor. Por la asombrosa incapacidad del sistema, de un día para otro estas personas se encuentran gozando de la misma libertad que pueden disfrutar aquellos que nunca han dañado a nadie.
No me parece sensato que inauguremos obras magníficas y al mismo tiempo liberemos a sujetos que suponen un enorme riesgo. Deberíamos concentrar y priorizar una mayor parte de nuestros esfuerzos para lograr un entorno más justo y seguro, creo que lo demás irá llegando como una consecuencia natural.