El Heraldo (Colombia)

El gran acontecimi­ento

Está bien que sigan las investigac­iones y debates sobre el significad­o del 12 de octubre de 1492, mientras unas y otros no se usen demagógica­mente para agitar rencores o justificar nuevas formas de dominio.

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Un año más recordamos en esta fecha un acontecimi­ento extraordin­ario que cambió para siempre el destino de la humanidad. Nos referimos al arribo al continente –hoy llamado América– de tres naves bajo el mando del genovés Cristóbal Colón, quien había convencido a los Reyes Católicos de financiarl­e una expedición para buscar una nueva ruta hacia la India. Aquel suceso sigue provocando encendidos debates en cuanto a su significad­o histórico y al impacto económico, político, social y demográfic­o que tuvo en estas tierras. La discusión comienza con la propia denominaci­ón del hecho, “descubrimi­ento de América”, por cuanto sugiere que este continente, con sus potentes civilizaci­ones, solo entró al curso de la historia gracias a la llegada de los europeos. Por ello, hay quienes prefieren utilizar la expresión ‘encuentro entre culturas’, más políticame­nte correcta, pero aún insuficien­te para describir lo ocurrido. La discusión abarca también el periodo de La Conquista. Durante siglos prevaleció al respecto la versión de los vencedores, como es habitual en las narrativas históricas. Pero en los años 60 y 70 del siglo pasado, con el auge del movimiento indigenist­a en Latinoamér­ica, cobró fuerza el discurso de que La Conquista fue un genocidio perpetrado por unos europeos desalmados y codiciosos contra unas pacíficas culturas indígenas. Ese discurso es hoy cuestionad­o, al menos de manera parcial, con diversos argumentos. Por ejemplo, que la aniquilaci­ón de los nativos obedeció más a enfermedad­es ‘importadas’ por los conquistad­ores que a una calculada operación de exterminio. O que la situación de los indígenas antes de la llegada de los europeos no era lo idílica que algunos pretenden, como lo demuestra el hecho de que los conquistad­ores consiguier­on aliados entre poblacione­s nativas que ansiaban liberarse del yugo de sus opresores locales. Todo ello no obvia que el saqueo, los crímenes y los atropellos existieron, a tal punto que surgieron figuras inmensas como los frailes Francisco de Vitoria o Bartolomé de las Casas, que levantaron sus voces contra los excesos, e incluso contra la propia naturaleza, de la empresa conquistad­ora.

Por su trascenden­cia y sus consecuenc­ias traumática­s, lo acontecido el 12 de octubre de 1492 seguirá generando investigac­iones y debates. Y está bien que así sea, mientras unas y otros no se utilicen demagógica­mente para alentar rencores o justificar nuevas formas de dominio. Como ya hemos señalado en otros editoriale­s con motivo de esta fecha, el gran reto que tenemos hoy en Latinoamér­ica, por encima de las necesarias discusione­s históricas, es combatir las hondas brechas sociales que siguen dividiendo a los descendien­tes de aquel acontecimi­ento.

Como ya hemos señalado en otros editoriale­s, el gran reto que tenemos hoy en Latinoamér­ica es combatir las hondas brechas sociales que siguen dividiendo a los descendien­tes de aquel hecho histórico.

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