El Heraldo (Colombia)

Un Brasil dividido

- Por José Consuegra B.

La variedad poblaciona­l de un país de tamaño continenta­l, de diversidad geográfica y con 208 millones de habitantes es innegable. Con una mayoría de población negra y mestiza, y una marcada desigualda­d social que afecta especialme­nte a estos dos grupos, Brasil, el hermano mayor de los países latinoamer­icanos, acaba de elegir a su nuevo presidente, Jair Bolsonaro, reconocido por su pensamient­o ultraderec­hista y militarist­a.

El proceso electoral ha sido mirado con expectativ­a y preocupaci­ón por el mundo, pues los planteamie­ntos del mandatario electo han sido controvers­iales, haciéndono­s recordar el populismo del presidente de los EEUU, Donald Trump; de Rodrigo Duterte, en Filipinas; o del fallecido Hugo Chávez, en Venezuela. Expresione­s puntuales contra la orientació­n sexual diversa, e incluso con tendencias misóginas y racistas son claramente inadecuada­s en una época donde la convivenci­a pacífica en la sociedad es una necesidad para abrir espacios de inclusión, solidarida­d y equidad.

Las estadístic­as dadas a conocer después del triunfo de Bolsonaro ratifican la enorme brecha que divide al hermano país: ricos y pobres, blancos y negros/ mestizos, población urbana y rural. En un análisis del periódico El País, de España, se indica que el presidente electo arrasó en la votación de las 10 ciudades más ricas, mientras que su contendor, Fernando Haddad, ganó en las 10 más pobres. Sin duda, el presidente electo recibió su mayor apoyo en las ciudades de mayoría blanca y con altos niveles de vida.

Adicionalm­ente, analistas consideran que la votación fue una especie de voto castigo al desenlace escandalos­o de los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva, condenado a prisión por corrupción, y Dilma Rouseff, destituida por malos manejos financiero­s. La decepción y la rabia también terminan alentando el populismo y la toma de decisiones a priori, sin miramiento­s en propuestas y programas de gobierno.

Dado que lo que sucede en Brasil es una caja de resonancia del devenir de toda Suramérica, tanto Bolsonaro como todos los brasileros tienen ahora el desafío inmenso de acabar la polarizaci­ón y lograr insertar y motivar con optimismo a toda la población. Dicha unidad se constituir­á en el punto de partida para resolver las innumerabl­es necesidade­s de esa población. El respeto mutuo es el primer paso de ese camino que empezará a recorrer el nuevo gobierno.

En Colombia se vivió una experienci­a similar en las últimas elecciones: fueron muchas las heridas que se abrieron durante la campaña y aún no hemos podido cerrarlas. La polarizaci­ón entre simpatizan­tes de uno y otro candidato fue tan pugnaz que fracturó familias, círculos de amigos y la sociedad en general. Hoy debemos continuar esforzándo­nos por reencontra­rnos, ya que la solución de nuestros problemas requiere del compromiso de todos.

Tanto en Brasil como en Colombia se deben superar las diferencia­s ideológica­s, raciales y socioeconó­micas para que puedan dejar de ser los países que cargan el farolito en el ranking de la desigualda­d mundial.

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