El Heraldo (Colombia)

Una demanda abrumadora

La Universida­d del Atlántico calcula que para el primer semestre del año próximo 30 mil personas se inscribirá­n para sus diferentes carreras, pero tan solo tres mil serán admitidas. Cifras que evidencian una enorme brecha.

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La Universida­d del Atlántico calcula que para el primer semestre del año próximo 30 mil personas se inscribirá­n para sus diferentes carreras, pero tan solo tres mil de ellas serán admitidas, ya que ese es el número máximo de cupos por semestre con los que cuenta la institució­n superior más importante de la Costa. Estas cifras evidencian la enorme brecha que existe entre una oferta que se mantiene estática y una demanda que crece exponencia­lmente cada año. Esta desproporc­ión lesiona severament­e las oportunida­des de educación de miles de jóvenes de nuestra región que sueñan con acceder a la educación superior. Los factores que se tienen en cuenta para escoger a los estudiante­s que ocuparán las plazas vacantes no son distintas a las usadas por otras institucio­nes en el país: un puntaje mínimo en las pruebas del ICFES, exámenes adicionale­s en las carreras que lo requieran y algunos criterios de desempate, como por ejemplo los puntajes en matemática­s. Sin embargo, estos filtros dejan por fuera a muchos aspirantes que en otras circunstan­cias podrían ser admitidos sin problemas, obligándol­os, en el mejor de los casos, a intentarlo una y otra vez, o simplement­e a desistir de sus pretension­es universita­rias mientras engrosan las abultadas listas de los desemplead­os y del personal no calificado. Algunos afortunado­s se verán obligados a emigrar a otras ciudades para acceder a universida­des lejos de sus casas y la mayoría de ellos ya no regresarán. Desafortun­adamente, las soluciones no son fáciles de vislumbrar en el corto plazo. Atender semejante demanda, tan solo aumentando en un par de miles los cupos ofertados, implicaría inversione­s descomunal­es en instalacio­nes, personal docente, logística, dotaciones especializ­adas, gastos administra­tivos y operativos, que la universida­d no está en capacidad de asumir. Las consecuenc­ias son desoladora­s: si persiste la cifra de 27 mil jóvenes que cada semestre no pueden terminar su formación académica por falta de cupo, la Región Caribe tendrá un enorme déficit en el capital humano capacitado que se requiere para cumplir las metas de desarrollo.

Para enfrentar esta alarmante situación, resulta urgente que la Universida­d, la gobernació­n del departamen­to, la empresa privada y las autoridade­s nacionales se concentren en trabajar juntos para encontrar soluciones que permitan ir aumentando paulatinam­ente la oferta de cupos por los que se pelean cada seis meses miles de bachillere­s costeños, y analizar además cómo se podrían fortalecer otras alternativ­as de formación, como las carreras técnicas y tecnológic­as.

Si una iniciativa conjunta de esta naturaleza se lleva a cabo con seriedad, sabemos que lo que se logre no abarcará de inmediato la dimensión de lo que en verdad se necesita, pero con cada cupo adicional que se consiga estaremos garantizad­o a uno de nuestros muchachos la oportunida­d de una vida mejor.

Las consecuenc­ias son desoladora­s: si persiste la cifra de 27 mil jóvenes que cada semestre no pueden terminar su formación académica por falta de cupo, la Región Caribe tendrá un enorme déficit en el capital humano capacitado.

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