El Heraldo (Colombia)

Justicia para el Unión Magdalena

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

No nací en Santa Marta, pero quiero a esa ciudad como propia. Por eso, este lunes estaré expectante como miles de samarios y colombiano­s de diversas latitudes cuando el Unión Magdalena resuelva la larga incertidum­bre de 13 años en la categoría B del fútbol colombiano. Ha sido una especie de purgatorio del balompié para una ciudad importante y para un cuadro con historia.

Estaremos con la llama de la esperanza encendida. Volver a ver la camiseta de gruesas listas azules y rojas del Unión en las canchas en donde se juegue fútbol profesiona­l será el fin de más de una década de frustració­n.

Han sido 13 años de injusticia con la afición magdalenen­se, que con paciencia infinita espera regresar a la ‘A’. No solo es injusto lo ocurrido, sino mezquino por parte de una dirigencia inoperante con sospechoso­s y discutible­s intereses particular­es. No merece la ciudad ese lugar de segunda categoría.

Esto no es cuestión de fútbol. Es mucho más que eso. Se trata de valores deportivos que representa­n una capital histórica, turística y amable. La misma ciudad que nos dio a los costeños la primera estrella del campeonato profesiona­l. Ni siquiera cuando “El Ciclón Bananero” se erigió campeón el 15 de diciembre de 1968, el Atlético Junior –como se llamaba en ese momento el equipo barranquil­lero– soñaba con el título. A duras penas nuestros ‘tiburones’ llegaban al quinto lugar, pero la afición era de una fidelidad única y el ‘Romelio Martínez’ siempre estaba a reventar. Largas filas: sombra a 33 y sol a 11 pesos.

En Santa Marta se vivía otro ambiente. El ‘Eduardo Santos’ celebraba cada domingo las jugadas de ‘Pipico’, el recordado jugador brasilero, tío del crack carioca Ronaldo y quien vivió unos años aquí en el barrio Campo Alegre antes de regresar a su tierra. También la afición disfrutaba los pelotazos del “Maestro” Arango, Samaniego, Palacios, Torres, Vásquez, Manjarrés y Huguett. Las manos de acero del arquero Sayas y las virtudes de muchos más.

Lo del Unión Magdalena y su larga estancia en la ‘B’ es una circunstan­cia que afectó el sentido de pertenenci­a de los samarios. Golpeó los valores locales y produjo lesiones al orgullo propio. Era como si Santa Marta, la justamente llamada “Bahía más linda de América”, no se mereciera un equipo profesiona­l. Y hay que ver la fidelidad de los samarios con su equipo en la segunda categoría, después de haber probado los sabores de la ‘A’ y la gloria de un campeonato. Por eso la afición merece un aplauso largo y de pie. Me reafirmo: esto no es deportivo, va mucho más allá. Han jugado con la autoestima del ciudadano.

Es “La Samaria”, como cariñosame­nte la llamamos, una cantera de jugadores como todos los que aportaron en Junior estrellas a su bandera. Y ni que volver a hablar de los aficionado­s. Apasionado­s, bullicioso­s y a veces peleoneros, pero de una lealtad a toda prueba, honestos y luchadores. ¡Vamos Unión!

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