Boca Juniors vs. River Plate
La Confederación Sudamericana de Fútbol decidió que este año la Final de la Copa Libertadores se jugaría, por última vez, en partidos de ida y vuelta, y que a partir de 2019 se jugará, como en Europa, a un solo partido en una sede designada con antelación.
Y, precisamente, para darle finiquito a esa tradicional y más benigna forma de dirimir el título (un segundo partido siempre era una segunda oportunidad), el fútbol recibirá a los dos más emblemáticos equipos argentinos: Boca Juniors y River Plate. Dos históricos y encarnizados rivales. Dos clubes que, sin dudas, trascienden el ámbito local y consiguen ser motivo de seguimiento y admiración en el mundo del fútbol mundial.
Esta tarde, cuando se mueva el balón en la Bombonera, para los hinchas de uno y otro equipo no se estará jugando solo un partido de fútbol, no sólo estará en juego la posibilidad de adelantarse en la carrera por alcanzar la Copa. Para la gran masa fanática del fútbol en Argentina, sobre todo la de estos dos equipos, el fútbol constituye un fenómeno cultural y social y de identificación de tal fuerza que, en el mejor de los casos, es conmovedor verlos con esa pasión y entrega total por sus equipos; pero en el peor de los casos, es reprochable la violencia y el paroxismo con que degradan su condición de efusivos hinchas a energúmenos al límite de perder la vida o poner en riesgo las de otros.
La prohibición de la presencia de hinchas del visitante es un síntoma inocultable de esa enferma actitud. Y ante semejante crispación, los jugadores se sienten obligados a jugar ‘a muerte’, a no disfrutar este momento de privilegio, según sus propias palabras expresadas en entrevistas previas. Por eso su competitividad no está en la armonía sino en la intensidad; no está en el virtuosismo y la posesión mimosa del balón sino en el vértigo y la entrega innegociables.
Boca tiene fuerza y continuidad en el medio (Barrios,Nandez y Pérez) y velocidad por los costados (Pavón y Villa). Y especialistas del gol en el área (Ábila y Benedetti). River tiene más creatividad en el medio (Martínez, Palacio y Quintero) y más sentido colectivo en sus delanteros (Borré, Prato y Scocco). Y un mejor arquero (Armani). En casi todo lo demás, con los obligados matices, son parecidos y equilibrados.
A ver si por un rato logran desmarcarse de la locura externa y le regalan, a esos millones de tele espectadores que hoy estarán regados por el mundo viendo con gran expectativa el famosísimo ‘super clásico”, algunos trazos de buen fútbol.