¡MIDIéNDOLE EL ACEITE!
¿Cuál es el verdadero Iván Duque?, es la pregunta al cumplir 100 días de gobierno.
El presidente llega a sus tres meses de mandato en medio de marchas masivas de estudiantes.
Los primeros 100 días de gobierno del presidente Iván Duque están marcados por la esperanza, la incertidumbre y el desencanto. La esperanza de que las cosas van a cambiar a pesar de que no han arrancado tan bien como creían sus más de 10 millones de electores; la incertidumbre de que la situación así como puede mejorar también puede empeorar, y el desencanto de quienes consideran que la apuesta por su nombre para que llegara a la Casa de Nariño resultó tan fallida como la que hicieron por su antecesor, Juan Manuel Santos.
Uno de los aspectos del presidente Duque que más ha llamado la atención en estos primeros 100 días de gobierno tiene que ver con lo que Álvaro Gómez Hurtado llamaba el talante, que no es otra cosa que el modo de asumir la vida y de actuar ante ciertas situaciones difíciles o complejas. No es un asunto de ideología, sino de comportamiento. De ahí que se pueda tener ideología de derecha, pero ser dialogante o conciliador. O lo contrario: tener ideología de izquierda, pero ser un déspota y un autoritario de siete suelas.
Los más inquietos con el modelo “Duque Presidente” son los propios militantes del Centro Democrático, que siguen jugados a fondo con él, pero empiezan a murmurar entre ellos sobre la personalidad del mandatario. Y la razón es muy simple: la inmensa mayoría prefiere a un Duque más uribista y menos duquista. En otras palabras: a los uribistas lo que les gusta de Uribe es la mano dura y no el corazón grande, en cambio a Duque le gusta más el corazón grande que la mano dura.
Pero si hay dudas acerca del verdadero Duque dentro del uribismo, por fuera la incertidumbre es mayor. En esos sectores de la población la pregunta que ronda es: ¿Cuál es el verdadero Duque? ¿El que en campaña afirmó que extraditaría a ‘Jesús Santrich’ o el que una vez instalado en la Casa de Nariño sigue dándole vueltas a ese asunto? ¿El que durante la campaña presidencial prometió no subir los impuestos o el que respalda de manera incondicional al ministro Alberto Carrasquilla en su decisión de gravar con IVA más del 80 por ciento de la canasta familiar? ¿El que ofreció combatir la corrupción con todas sus fuerzas o el que está dejando que los congresistas vuelvan trizas las iniciativas que buscan ponerle freno a ese flagelo? ¿El que se comprometió a acabar con las organizaciones criminales o el que gobierna con la cúpula militar que heredó de Santos, que sigue sin propinarle un solo golpe contundente a dichos grupos delincuenciales?
Aunque el ambiente está crispado, en especial por las marchas de los estudiantes y la inconformidad con el IVA a la canasta familiar, a favor de Duque hay que decir que jamás se imaginó el tamaño del chicharrón que le dejó Santos, hecho que se ha visto agravado por la decisión que tomó el propio Duque de no gobernar con el espejo retrovisor. Al no hacer un claro y contundente corte de cuentas con el gobierno anterior, Duque terminó asumiendo el costo político de decisiones que tomó –o que no tomó– su antecesor.
El mejor ejemplo de eso son las marchas de los estudiantes de las universidades públicas, que por estos días han paralizado varias ciudades del país, en especial Bogotá, donde las protestas terminaron con la destrucción de varios buses de Transmilenio, así como atentados a miembros de paz, Fuerza Pública y a la sede de RCN Radio.
Es obvio que la falta de recursos de las universidades públicas –principal motivo de las protestas de los estudiantes– no nació en el gobierno de Duque. Es un problema estructural que lleva varias décadas. Pero a Duque le tocó ponerle el pecho a la brisa y tendrá que buscarle solución a la difícil situación.
Destinar más de 4 billones de pesos en los próximos años para buscarle salida a la crisis es, sin duda, una decisión acertada, mucho más si se tiene en cuenta la precaria situación de las finanzas nacionales. De hecho, nunca antes en la historia del país se había destinado tal cantidad de recursos para la educación. Pero la oferta presidencial no satisface las aspiraciones estudiantiles, cuyos líderes exigen mayores recursos, entre otras razones porque –en efecto– faltan mayores recursos.
A las masivas protestas de los estudiantes se suman distintos partidos y movimientos políticos de oposición, así como organizaciones sindicales, que decidieron medirle el aceite a Duque en sus primeros 100 días de gobierno.
Ocurre, sin embargo, que las protestas legítimas de quienes están inconformes con el Gobierno están siendo utilizadas por vándalos que destruyen todo lo que encuentran a su paso, como ocurrió en Bogotá el jueves pasado. Ese comportamiento criminal no solo debe ser rechazado por los estudiantes, sino que tiene que ser combatido por las autoridades, que deberían judicializar a los encapuchados que siembran el terror y el caos en las ciudades.
¿Cómo le ha ido a Duque en sus primeros 100 días?