El Heraldo (Colombia)

Veinte años no es nada

- Por Jaime Romero Sampayo

Todo el mundo sabe que los holandeses están medio locos y ahora a un tal Emile Ratelband, de 69 años, se le dio por pedirle al juez que le quite 20 en su carnet de identidad. Aduce que, si a las personas transgéner­o sí les modifican radicalmen­te su carnet a causa de lo que se sienten ser, ¿por qué, entonces, no le pueden cambiar el suyo –apenas un numerito–, cuando él no se siente de 69 sino como de 45? Casi todos los holandeses están locos, pero no locos de los que se les lanzan a los camiones, sino de los que quieren pasar buen tiempo. Como aquel que se cree Napoleón, y todos se ríen de él, pero luego de tanta insistider­a desesperan­te le acaban asignando una pensión imperial.

El coqueto cuarentón Ratelband rememora mal a Gardel negando su “frente marchita” y que “las nieves del tiempo platearon mi ser”, y, quejándose de lo que no admite queja (“Sentir que es un soplo la vida”), al final regatea un buen descuento de edad: “Que veinte años no es nada… señor Juez”.

A Ratelband, ya en la parte mala de los “sesenta y pico años”, de seguro se le anticipó la crisis de los 70. Primero alegaba que así no le concedían hipotecas, ni contratos. Pero, al final, emergió el verdadero motivo: con esa edad suya, ninguna mujer se quería fijar en él en las páginas de citas.

Tampoco es eso. “Quererse no tiene horarios, ni fecha en el calendario, cuando las ganas se juntan”. Mira a Becky G: “A mí me gustan mayores, de esos que llaman señores, de los que te abren la puerta y te mandan flores”.

Pero, risas aparte, Ratelband plantea un debate de vanguardia muy necesario. Sí, porque si ahora lo determinan­te es lo que uno se siente ser, entonces aquí tendríamos un mecanismo de reparación social que no se les ocurrió ni a los de la Revolución Francesa.

Si las caracterís­ticas personales son motivo de discrimina­ción en un carnet de identidad, o en un currículum laboral, pues cambiemos todos esos datos y listo. Yo, que soy emigrante, ahora de raza me pondría “Rubio ojos azules”. O como decía Rubén Blades en Ligia Elena: “Los cabellos rubios, los ojos rubios, los dientes rubios”. Y ahora todos los bajiticos ascendería­n a 1,70 m. Ningún gordo pasaría de los 99,9 kg. Edad: la de Cristo. Condición civil: soltero. Tipo de sangre: azul.

Sin embargo, miren al pobre Temba de la Orquesta Aragón. Ya de mayor se enamoró de una de “esas chiquillas que arrebatan a cualquiera” y dejó todo por ella. Pero, luego, cuando descubrió que “lo engañaban y se burlaban de él”, entonces se quiso tirar a matar en la carretera. Tampoco es eso. “Tranquilíc­ese mi viejo, que todo se arreglará, y en el círculo de abuelos, su pareja encontrará”. 69 años no son 45, diga lo que diga el cartón de identidad.

De todos modos, aquí ya nos llegó el rumor de que el juez holandés está mal con su esposa y se la pasa canturrean­do a Omara Portuondo: “Si las cosas que uno quiere/ Se pudieran alcanzar/ Tú me quisieras lo mismo/ Que veinte años atrás”. Por eso segurito va a dictaminar que no, que veinte años sí son.

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