Un cambambero de 100 años para Carolina
El primer periplo en busca de los cambamberos de la ciudad se inició en el Barrio Abajo, seguido de Boston, Olaya, Lucero y tuvo su colofón en La Troja.
José Viloria, un habitante del barrio Olaya que hace pocos meses alcanzó un siglo de vida, fue uno de los cambamberos homenajeados por la reina del Carnaval, Carolina Segebre, en su primera Ruta de la Alegría. El encuentro entre el centenario y la soberana se dio de manera espontánea mientras ella visitaba el sector. “Siempre voy a recordar este instante”, expresó Viloria, que se dio unos pases con la soberana.
Al llegar el ocaso, justo cuando los rayos del sol empezaron a mermar, una sensación festiva parecía embargar a aquellos que se acercaban al punto de encuentro.
El bus estaba parqueado afuera del Palacio Real. La tambora, maracas y millo afinaban como si de una presentación se tratara, caldeando de inmediato el ambiente. Mientras que personas con camisetas amarillas caminaban de un lugar a otro ultimando detalles para que el primer viaje fuera un éxito.
Ya al interior del vehículo los pasajeros fueron ocupando sus asientos. Los murmullos cesaron por un instante al ingresar con una pollera estampada de color naranja la reina del Carnaval de Barranquilla 2019, Carolina Segebre Abudinen.
Dibujando una sonrisa la soberana se dirigió a sus compañeros de viaje en la primera Ruta de la Alegría de su reinado: “¿Ponemos musiquita chévere para que nos vayamos ambientando?”, y con esta pregunta, que pareció ser un decreto real, arrancó el recorrido.
La primera parada fue en el Barrio Abajo, en la casa de José ‘el Pavo’ Cassiani, que escoltado por una cohorte de marimondas y la reina popular, Daniela López, esperaba con anhelo la visita.
Vistiendo camisa colorida, gorro, jeans y alpargatas, una pinta carnavalera en pleno noviembre, ‘el Pavo’ se encontró por fin con la reina, quien se bajó del bus con el sonar del tambor para fundirse en un abrazo con el exrey Momo.
En una mini Batalla de Flores, que recorrió varias cuadras del barrio en la que participaron disfraces y demás bailadores, se unió Brian Martínez. Este joven, vestido de mujer, con tacones, peluca rubia y traje negro, fue el segundo homenajeado de la noche por su trayectoria como maquillador de reinas populares y amante de la fiesta.
En la tienda de la esquina, donde los vecinos se reúnen para tomarse “una fría”, ambos cambamberos recibieron un sombrero y mochila que los acredita como gestores del Carnaval.
“En esta primera Ruta de la Alegría salí por los barrios de la ciudad buscando a mis cambamberos. Ellos se postularon por la página web, fueron seleccionadas las mejores historias y analizamos la disposición de cada uno. Llamamos a los que teníamos en la lista y si nos decían ‘hoy no puedo’ ese no es cambambero entonces quedaba descalificado, así dimos con estos personajes”, manifestó la reina.
CAMBAMBERAS. En las afueras del edificio en el que vive Astrid Sandoval, en el barrio Boston, una salsa brava auguraba rumba hasta el amanecer.
Los asistentes “tiraban pases” extasiados por el baile, hasta que el bus se detuvo frente a la fachada. La reina y su comitiva llegaron al encuentro con Astrid, que vestida de cumbiambera recibió a la soberana, convirtiéndose en la segunda cambambera de la Ruta de la Alegría.
La próxima parada fue en el barrio Olaya, en el hogar de Lliliana Restrepo, una mujer amante del baile, que organiza las fiestas, asados, sancochos, reuniones y cualquier tipo de evento que se realice en su cuadra.
Con una pollera negra y una bandera de Barranquilla, Liliana llegó bailando al encuentro con la reina.
Un cumbiambero le entregó a la soberana un velón encendido. El millo hizo sonar las notas de su majestad la cumbia y en medio de la noche se arremolinaron los aires carnavaleros. “Ya está aquí la fiesta más linda de Colombia”, gritó uno de los asistentes.
José Viloria, un cambambero de cien años, fue uno de los más emotivos saldos que dejó el recorrido por algunos barrios de la ciudad
A bordo ya del vehículo, alguien dio aviso a la reina de que don José quería conocerla. De inmediato y sin pensarlo dos veces, Carolina buscó el sombrero y la banda —obsequio para sus cambamberos— y bajó del bus a toda marcha para entrar a la casa del centenario.
El paso cansino, propio de quien tiene un siglo de vida, se esfumó cuando sonó la cumbia. El adulto mayor bailó y le agradeció a la soberana ese inolvidable momento de energía y vitalidad .
“Voy a recordar por siempre este instante”, dijo con algo de nostalgia antes de la despedida.
El siguiente fue Raúl Júnior Salazar, del barrio Lucero, exbailarín del Cipote Garabato y amante de la música del Caribe.
La fiesta se tomó la cuadra de principio a fin. Niños, adultos y personas de la tercera edad se gozaron la toma carnavalera.
—Que viva la reina del Carnaval.
—Que viva, se escuchó a lo lejos. Era una voz infantil.
LA TROJA. Con broche de oro se cerró la primera Ruta de la Alegría. La última parada fue en el imperio salsero más importante de la ciudad, Patrimonio Cultural y Musical de Barranquilla: La Troja.
Los asistentes a este recinto, templo de la cultura de la ciudad, no ocultaron su asombro y agrado por estar cerca de la mujer que comandará la fiesta barranquillera.
Edwin ‘Guayacán’ Madera, fundador de La Troja, y su hija Ana Milé fueron los últimos homenajeados con el sombrero de la cambambería.
Cerca de 150 serán los escogidos en las rutas que se seguirán realizando en diferentes sectores de la ciudad.
El periplo para encontrar la alegría de Barranquilla terminó sin cansancio, sin afugias, sin que importara la hora o la lejanía. La motivación y el entusiasmo intacto prometieron una próxima vez para quienes engrandecen desde sus barrios la cultura y la tradición.