El Heraldo (Colombia)

El secuestro de la protesta

- Por Alberto Martínez albertomar­tinezmonte­rrosa@gmail.com @AlbertoMti­nezM

El problema es que la protesta social está secuestrad­a por la izquierda y satanizada por la derecha. Para quienes militan en un lado no hay mejor forma de canalizar la inconformi­dad que el caos y la anarquía. La misión, en vez de marchar, es causar desordenes.

Ellos todavía creen en la revolución Bolcheviqu­e. Por eso cada reclamo legítimo de los ciudadanos, especialme­nte si lo traen las brisas de noviembre, es el escenario propicio para volver a soñar, y desempolva­n las capuchas, preparan sus “papa bombas” y se lanzan a la calle con las consignas de siempre.

Para los otros, las diferencia­s sociales son naturales e inevitable­s. Nadie tiene la culpa de que en el mundo haya aristócrat­as que avivan la propiedad privada como piedra angular de la sociedad, y desarrapad­os que atentan contra ella.

Es una gentuza resentida y desadaptad­a que es incapaz de coexistir en una democracia estable como la colombiana y adopta métodos terrorista­s para sobreponer las ideas. Lo que deben hacer es estudiar, partida de vagos.

Se trata de discursos reiterativ­os que, de lado y lado, desvían la atención. Peor aún: son argumentos que generan confusión y al final consiguen el propósito último -tanto de los revolucion­arios como de los oligarcas- de deslegitim­ar el reclamo.

Como antes desdibujar­on propósitos como la paz o la redistribu­ción de la riqueza, hoy nublaron la discusión sobre la crisis de la educación.

Claro que tenemos un problema, que no es solo de la muy sonora provisión de recursos que hacen falta, sino de la casi invisible discusión sobre la eficiencia en el gasto. Claro que debemos aumentar la cobertura, aunque también convendría recordar a Howard Gardner cuando advierte que el Estado debe ocuparse de las mentes excepciona­les para impulsar el desarrollo.

Pero el forcejeo de los oradores en las nuevas tribunas es si este tipo de protestas justifica o no la intervenci­ón de métodos violentos; si se acepta o no atacar a un medio de comunicaci­ón a pesar de sus sesgos; si en el caso de los estudiante­s se infiltraro­n o no policías para invalidar el movimiento.

Es eso: a la izquierda extrema no le interesan ni las soluciones ni los debates, porque pierden el terreno para la sedición; a la derecha radical, tampoco, y aprovecha la agitación para evadir su responsabi­lidad frente a las provisione­s necesarias.

Lo cierto es que los dos extremos tienen un desfase monumental.

Ya no van a acceder al poder por las armas, compañeros, porque hasta la palabra compañero es hoy un sinsentido. Ni ustedes, doctores, van a frenar las reivindica­ciones sociales, porque es el tiempo de las masas por cuenta de los derechos amplificad­os.

No sean necios. Aquí no tienen cabida ni revolucion­arios ni reaccionar­ios.

Entiendan, de una vez por todas, que hay una nueva puesta de sol para el mundo y sus discursos.

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