El Heraldo (Colombia)

Villa Campestre merece respeto

- Por Álvaro Villanueva

La costumbre de los funcionari­os públicos de adueñarse de las decisiones de la comunidad viene destruyend­o no solo a un barrio sino a todo un país y en general cualquier territorio. No tener en cuenta las solicitude­s de la comunidad, que diariament­e apoya el financiami­ento, el desarrollo y el crecimient­o armónico de la sociedad para vivir en paz es uno de los factores más importante­s de desestabil­ización del Estado. La vigilancia que las autoridade­s deben ejercer sobre los recursos de cada sector parece no existir, Procuradur­ía, Contralorí­a, Defensoría y todas la ías. Las decisiones mínimas sanitarias, alcantaril­lado, acueducto, energía, etc., sirven muchas veces para que aparezcan los grandes negociados y desfalcos. Es decir, las comunidade­s no tenemos quien nos defienda, a pesar de que llevamos a las primeras posiciones a los dirigentes que durante su campaña prometen maravillas que se desvanecen con el tiempo.

“No hay nada que no puedan acabar los políticos, sin darse cuenta que ellos también caerán en las consecuenc­ias de sus desacierto­s. Los intereses personales están siempre por encima de los generales. Villa Campestre, ese barrio en donde cualquiera desearía vivir, aquel pulmón de Barranquil­la a nivel ambiental, se viene llenando de construcci­ones gigantesca­s. A unos pocos metros del mar, con una vegetación y clima envidiable­s, con casas y conjuntos habitacion­ales hermosos está siendo rodeada de un tráfico desordenad­o y obtuso. Este barrio, rodeado por importante­s universida­des, colegios e institucio­nes de salud, parece no tener quien lo defienda de aquellos que desesperad­amente dan permisos violatorio­s de la ley sin vías adecuadas, alcantaril­lado, energía, agua potable, seguridad y demás servicios. El daño a Villa Campestre lleva ya algunos años, y esta tierra prometida para muchos, con una alta reforestac­ión, tranquilid­ad y sosiego está siendo destruida por planes y proyectos de muchos ladrillos, sin contar con la infraestru­ctura de servicios públicos adecuados. ¿Qué modelos tienen como referencia nuestros mandatario­s que permiten construir sin los mínimos requisitos, que se obstinan en acabar con uno de las mejores zonas residencia­les de la Costa? Se les olvida quiénes y para qué los elegimos. Por el contrario, deberían urgentemen­te empezar a subsanar los grandes errores del pasado, que han permitido un crecimient­o desordenad­o. (EL HERALDO 2016).

Los electores estamos cansados de los errores de los gobernante­s, que no dan participac­ión a la comunidad, para, al menos, saber qué es lo que se quiere. Por otro lado, si nos preguntamo­s a dónde han ido los impuestos recogidos, no sabremos nunca en donde están. Como todo en Colombia, hasta que el pueblo no reclama sus derechos, estos no existen. La lucha contra la imposición de un Plan de Ordenamien­to Territoria­l de Puerto Colombia, que no traiga beneficios a la comunidad, debe ser apoyada no solo por los propietari­os actuales o futuros, sino también por aquellos funcionari­os honestos, que de igual modo serán beneficiad­os con un crecimient­o ordenado que propenda por la preservaci­ón del medio ambiente, servicios públicos básicos, circulació­n, seguridad y buena calidad de vida. La comunidad no se opone al desarrollo, pero primero se deben construir las obras necesarias de infraestru­ctura, sin permitir la construcci­ón de edificios en forma desordenad­a y sin ningún control. Es el momento de defender el presente y preservar el futuro de Villa Campestre.

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