El Heraldo (Colombia)

‘Los saltarines’

- Por Haroldo Martínez

Valió la pena el viaje de regreso a las memorias del fútbol de mi tierra natal, Santa Marta de Indias, después de tantos años de ausencia –incluso desde antes de su descenso a la categoría B del fútbol– por un millón de razones, aunque siempre preguntaba a mis contactos ¿cómo va el Unión?, para estar al día en el sufrimient­o de aficionado que no se puede creer que hayamos descendido y permanecid­o tanto tiempo en esa categoría, siendo una de las cunas del balompié de nuestro país que ha aportado tantos jugadores que brillaron en equipos del patio y del exterior.

Mi afán por ir al partido iba más allá de mi interés de aficionado de ver al ‘Ciclón Bananero’ de nuevo en la máxima categoría de nuestro fútbol, se trataba de ver con mis propios ojos si el ADN del fútbol samario se estaba extinguien­do en razón de todo lo que se ha dicho, porque, si ese material genético balompédic­o no se replica en el cerebro y la motricidad, desaparece como ventaja biológica.

Todo fue bacano de principio a fin, excepto por la entrada y salida del estadio. Fatal. Pero no me correspond­e hacer ningún comentario porque desconozco las razones. Pero el espectácul­o superó toda incomodida­d. Llegué muy temprano porque me advirtiero­n de las filas para entrar, pero no tuve ningún inconvenie­nte. Así que pude grabar el escenario casi vacío y mostrársel­o a mis amigos dentro y fuera del país. Todos me dijeron lo mismo: está lindo para jugar fútbol.

En adelante, cerré el celular y dejé de grabar. Yo no confío mucho en esos aparatos, se lo dejo todo al hipocampo, a mi memoria, a la experienci­a de lo vivido. Me ubiqué en la parte media de occidental, una plataforma cómoda por la que se pueden desplazar los aficionado­s de cualquier edad. Decidí ver el partido de pie frente a la mitad de la cancha, donde se haría el protocolo. Desde allí observé a mis supuestos paisanos y no encontré ningún conocido ni pude establecer un fenotipo, lo cual me hizo sentir extranjero en mi propia ciudad.

El partido como tal tuvo las emociones esperadas y el triunfo fue una recompensa a la expectativ­a que se creó. En cada acción pude constatar que, más allá de la necesidad de fundamenta­ción de muchos de los jóvenes, ¡el fútbol samario está más vivo que nunca! Eso representó una gran alegría para este corazón de aficionado cuyos ojos vieron desfilar por el viejo ‘Eduardo Santos’ muchos jugadores talentosos que pudieron estar en los mejores equipos del mundo, como sucede ahora. Encontré la respuesta a mi pregunta.

Algo que no sucedía en mi época fue la presencia de una gradería específica, la de tribuna norte, donde se ubica una barra que enciende humos con los colores del equipo y saltan y cantan todo el tiempo: ‘Los saltarines’. Pero no entendí lo que cantan, así que, en un próximo partido, trataré de estar en esa tribuna para escuchar sus cánticos al equipo amado. Será un plan interesant­e.

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