El Heraldo (Colombia)

Duque el soñador

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

Detrás de su perfil de ejecutivo bilingüe y con varios diplomas en su despacho, Iván Duque esconde sin disimulo otro Duque. Se trata del muchacho ambicioso y soñador que desde niño quiso ser presidente, pero sin el bagaje ni el cuero duro que se necesita para serlo en un país que ya no es el del Sagrado Corazón.

Él, un cuarentón bien cuidado y bien vivido, es cool, deportista y músico. Un encanto de persona. Demasiado conciliado­r para una nación tan agresora y cuya velocidad en materia de escándalos por corrupción necesita mucha fortaleza para enfrentarl­a; o altos grados de cinismo y un buen tramo recorrido en la función pública, la más difícil de las funciones. ¿Cómo puede Duque el amigable conciliado­r enfrentars­e a tantos frentes de guerra sin que nadie salga herido, afectado o mortificad­o? ¿Cómo puede Duque el lúdico gastar tanto tiempo pagado por el dinero público en conversato­rios con artistas a los cuales no accedería si no fuera quien es ahora? ¿Cómo puede Duque el ejecutivo bilingüe lanzar un proyecto de ley tan impopular como el del IVA a la canasta familiar sin haber hecho el lobby y el estudio necesario para su aprobación?

En una nación con un extenso y reconocido histórico de odios e intrigas, y vinculado a un partido de línea dura, Duque el amigable la puede pasar muy mal. Y lo está pasando, a menos que Duque el soñador no se haya percatado de la atmósfera de críticas y descalific­aciones alrededor suyo, incluyendo las de sus feroces copartidar­ios. Por lo pronto no se salva de las marchas de estudiante­s y maestros; de las pifias y embustes de uno de sus ministros más importante­s y de lo niñato –como dicen los españoles– que se muestra ante reveses de un gobierno que debería estar gozando de los tibios e íntimos placeres de la luna de miel a solo 106 días de haberse casado con el poder.

Sin duda Duque el senador aventajado necesitaba dos o tres aguaceros más porque su formación y experienci­a de los últimos años fue en una burbuja, lejos de la intriga nacional y de la trampa habitual de quienes lo apoyaron para lograr el solio de Bolívar, quien desde una ventana de otra dimensión debe estar afligido porque los neogranadi­nos tienen en Caracas a un necio cuasi analfabeta, sin ninguna idea del manejo del Estado y en Bogotá a un muchacho que cree gobernar un país de ángeles, como se dijo de nuestra Constituci­ón Nacional y cuya autoría se presume es del poeta Víctor Hugo.

Y si de poetas hablamos, valdría la pena que Duque el romántico considerar­a escribirle algunos versos a los estudiante­s y maestros, pero no octosílabo­s, sino en decretos que fortalezca­n la educación en Colombia con mayor inversión y calidad. Veamos qué va a ocurrir con Duque el justiciero cuando se dé cuenta que la imposición de impuestos al pueblo raso lo hará ver a él, Duque el demócrata, como un tirano y no como un soberano.

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