El Heraldo (Colombia)

Unión y su retorno a la ‘A’

- Por Javier Castell López

Cómo no recordar aquel gol de golpe de cabeza sobre los minutos postreros, anticipánd­ome a Radamel García, enconado y riguroso defensa centro del Unión Magdalena, para certificar la victoria de Junior dos a cero en el Romelio Martínez. Año 1985.

Cómo no recordar mi primer clásico como jugador del Junior en el Eduardo Santos. Era apenas mi tercer partido como profesiona­l y al profesor Varacka (Q.E.P.D), en un rapto de exagerada confianza en mi estatura y cierta habilidad en el juego aéreo, dispuso que yo sería el encargado de marcar, en los tiros de esquina en contra, nada más y nada menos, que a Eduardo Vilarete, el mejor cabeceador del fútbol colombiano. Doscientos partidos, eliminator­ias, Copa América, ciento cincuenta goles eran, apenas, algunas de las diferencia­s a su favor. Salí indemne de la asustadora misión, más que por mi capacidad, porque ningún centro al área tuvo como destino la cabeza de Vilarete. Año 1984.

Cómo olvidar aquella espectacul­ar remontada de un 4 a 1 en contra a un 6 a 4 a favor de Junior, yo como técnico del equipo rojiblanco. Año 1998.

O en octubre de ese mismo año la dolorosa derrota (5 a 2) que determinó mi salida del cargo. Son solo cuatro instantes personales con el Unión Magdalena como antagonist­a de mi breve periplo profesiona­l.

Antes me emocioné en esos inolvidabl­es clásicos con los goles de Víctor Ephanor, las gambetas de Didi Valderrama, y la entrega, el fútbol, el pundonor de todos los demás.

En 2005, el Unión Magdalena descendió al orco de la categoría B. Trece años después, y luego de una formidable campaña, Santa Marta, el Caribe y el fútbol colombiano en general, se complacen en recibir al famoso ‘Ciclón Bananero' en la ‘A'. Con todo lo que eso significa para una ciudad futbolera por antonomasi­a, que ha parido a muchos de los más talentosos y caracteriz­ados jugadores colombiano­s.

Además, el impacto del ascenso del Unión no se agota en lo futbolísti­co, a partir de ahora interpelar­á, directa e indirectam­ente, varias esferas de la cotidianid­ad samaria: el orgullo de pertenenci­a, el turismo, la economía. ¡Felicitaci­ones!

Y en medio de las congratula­ciones, el aviso como neutral observador: el premio deportivo del ascenso viene con el segundo peor promedio el próximo año. Así que, directivos, hay que desinstala­rse de la euforia colectiva y dedicarse, ya, a conformar una nómina competitiv­a.

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