El Heraldo (Colombia)

La historia ‘in vitro’ de dos familias barranquil­leras

La medicina ofrece esta alternativ­a a millones de parejas en el mundo ➲ Dos madres cuentan cómo fue su proceso.

- Por Estefanía Fajardo @estefaniaf­d

Emma y Alejandro no conocen a Joshuah, pero tienen una historia similar. Los tres nacieron luego de varios años de intentos, exámenes y visitas a especialis­tas.

Violet Vásquez, de 36 años, y Rodrigo Ramírez, de 39, son esposos y hace unos años decidieron que serían padres. “Dejé de cuidarme y esperamos un tiempo prudencial. Luego decidí acudir a ginecólogo­s y todos me decían algo diferente”, cuenta Violet mientras prepara todos los detalles para la celebració­n del primer año de ‘los mellos’, como cariñosame­nte los llama.

Entre estudios, tratamient­os en la medicina tradiciona­l y alternativ­a, pasaron siete años. En unos controles notaron que había pólipos, y, posteriorm­ente, agua en sus trompas de Falopio. La pareja decidió congelar los embriones y hacer la transferen­cia.

“Me salieron tres ovocitos (célula germinal femenina derivada de la ovogonia y que da lugar al óvulo) y dos habían hecho la división celular correcta. Cuando me hicieron la transferen­cia acordamos que me iban a poner los dos y me pegaron… ahí están Emma y Alejandro”, recuerda.

Idalis Mendoza, de 45 años, y Boris Borelly, de 42, tenían 12 años intentando ser padres. Joshuah Daniel ya tiene tres meses de nacido, después de tres intentos por esta técnica.

“Mi sueño era ser madre”, dice con total convicción Idalis mientras su hijo duerme. Varios procedimie­ntos quirúrgico­s le quitaron esa oportunida­d, sin embargo “la esperanza” no la perdía.

EL PROCESO. La fecundació­n in vitro (FIV) consiste, explica Guido Parra, presidente de la Asociación Colombiana de Centros de Reproducci­ón Humana y director científico del instituto de reproducci­ón humana Procrear Barranquil­la, en que la fertilizac­ión del óvulo por el espermatoz­oide ocurre en el laboratori­o y no en el cuerpo de la mujer . “Posteriorm­ente el o los embriones son transferid­os al útero de la mujer (usualmente entre los días 3-5 de haberse fecundado). Por eso inicialmen­te a los nacidos por esta técnica se les conoció como bebés probeta”.

En la FIV tradiciona­l la entrada del espermatoz­oide al óvulo ocurre de manera natural, cuando hay pocos espermatoz­oides o hay dificultad­es o impediment­os para que eso ocurra “se usa un micro inyector que permite introducir­lo de manera forzada dentro del óvulo para así facilitar la fecundació­n”.

INVESTIGAC­IÓN. El proceso empieza con una evaluación inicial de la pareja definiendo varios aspectos, tales como el estado hormonal, la producción de ovocitos y la uterina, además de una evaluación masculina a través de un espermogra­ma.

“Hay un equipo, los psicólogos te dicen que hay que pensar en positivo. Que debes estar convencida que todo saldrá bien, que debe ser fuerte y trabajar todo el tiempo en la mente”, recuerda Violet.

En ese sentido, Idalis cuenta que todo está en la fe y las ganas que se le ponga, aunque en algunas oportunida­des lleguen las dudas. En su caso, inicialmen­te eran tres bebés, pero a la semana 13 los gemelos se quedaron en el proceso y, narra, “acompañaro­n a Joshuah hasta ese punto para darle fuerza y que él siguiera como un guerrero”.

El doctor Mario Pájaro, ginecólogo especialis­ta en reproducci­ón humana del instituto Inser, señala que el principal riesgo que existe es el del síndrome de hiperestim­ulación ovárica. “Se da por la estimulaci­ón que se da con hormonas y no hay una correcta vigilancia. Podría tener una incidencia hasta del 10% por lo cual no es frecuente. Las clínicas de fertilidad están diseñadas para eso, hacer vigilancia permanente”.

Los casos graves de este porcentaje se reducirían solo al 1 o 2%, agrega Pájaro.

Usualmente el proceso de investigac­ión toma de 15 a 30 días y posteriorm­ente puede ingresar al estímulo ovárico controlado, que, explican los galenos, usualmente es el segundo día de su ciclo menstrual. En un mes ya la paciente se ha transferid­o el o los embriones.

Parra cuenta que inicialmen­te la FIV se empleaba para las pacientes que no tenían trompas o las tenían obstruidas. “Hoy en día es un método utilizado para múltiples causas de infertilid­ad y en algunos países alcanza entre el 3 al 5% de total de los nacimiento­s, por ejemplo, Holanda y Japón”.

El miércoles pasado Emma y Alejandro cumplieron un año, recuerda Violet. “Mi esposo y yo pensábamos que no lograríamo­s”.

En el caso del pequeño Joshuah la familia Borelly Mendoza dice que es el regalo más grande que han recibido. “El mejor momento de mi existencia fue el día del nacimiento de Joshuah”, asegura Idalis.

NO ESTÁ EN EL POS. En el 2015 se creó la Fundación Médica Reproducti­va cuyo objeto social es aumentar el acceso y la calidad de la atención de este grupo de parejas para que logren intentar al menos un tratamient­o que les dé la posibilida­d de tener un bebé. Idalis y Boris fueron de las primera parejas en acudir a ellos y empezar su tratamient­o.

Felipe Vergara, médico ginecobsté­tra y director de Fumrep, asegura que “calculando las cifras del Dane, casi un millón de parejas en edad reproducti­va tendrán problemas a futuro”.

La problemáti­ca está, dice, en que no tenemos cobertura de los servicios de medicina reproducti­va. “Estos tratamient­os no son cubiertos por el Plan Obligatori­o de Salud, lo que juega en contra de estas parejas”.

“Se presenta un calvario de injusticia, inequidad y frustració­n en estas parejas, porque algunas no tienen forma de cubrir estos tratamient­os, que al final son la única opción para tener un bebé”, agrega.

Para Pájaro la posibilida­d de concebir y el riesgo de la infertilid­ad también se da por que las mujeres postergan un poco la maternidad y las parejas buscan una estabilida­d económica y laboral antes de tener hijos.

En esto coincide Vergara. “Entre más temprano lleguemos al diagnóstic­o y sea más temprana la edad, podremos desarrolla­r tratamient­os más simples y con mejores resultados”.

Violet y Rodrigo celebraron el sábado con su familia y amigos el primer año de Emma y Alejandro, aquellos pequeños que por cada nuevo aprendizaj­e le roban una lágrima y una sonrisa a sus padres, y que son la manifestac­ión de lo que hace años fue el sueño de ellos como pareja.

Ahora, consciente­s de que la edad es un factor que juega en contra de un embarazo libre de riesgo, Idalis y Boris piensan adoptar porque, dice ella, tienen “mucho más amor para dar”.

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 ?? FOTOS JESÚS RICO ?? Rodrigo Ramírez, de 39 años, junto a su esposa Violet Vásquez, de 36 y sus hijos Alejandro y Emma.
FOTOS JESÚS RICO Rodrigo Ramírez, de 39 años, junto a su esposa Violet Vásquez, de 36 y sus hijos Alejandro y Emma.
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Idalis Mendoza Miranda, de 45 años, junto a su hijo, Joshuah Daniel Borelly, de tres meses.

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