El Heraldo (Colombia)

Otro ciclón

- Por Javier Ortiz Cassiani javierorti­zcass@yahoo.com

Quería escribir sobre el Unión Magdalena y su vuelta, después de tantos años, a la primera división del fútbol colombiano, pero me lo impidió otro ciclón. Los estudiante­s están en la calle y las autoridade­s en uniforme y de civil le salen al paso para detenerlos o golpearlos o las dos cosas. La educación pública sigue en crisis. Lastimosam­ente no son tiempos para la ternura a pesar de alusiones oficiales a los siete enanitos.

Pero seamos justos: el Presidente no solo estuvo en París, en la sede de la Unesco, usando un cuento que tiene a una manzana como protagonis­ta para promociona­r su proyecto de economía naranja; también estuvo en el Instituto de Estudios Políticos de París –SciencesPo, como comúnmente se le conoce– hablando sobre los principios y lineamient­os en los que se fundamenta su administra­ción.

Por supuesto, escogió el SciencesPo, una institució­n fundada en 1872 por Émile Boutmy con el nombre de Escuela Libre de Ciencias Políticas, apenas unos meses después de la Comuna de París, porque en este lugar se entrena a todo aquel que tenga intencione­s de ocupar un cargo de poder en la administra­ción política y económica de Francia. Con excepcione­s, claro está, SciencesPo es el punto de partida para las pretension­es burocrátic­as y de administra­ción de empresas privadas y del Estado, que luego se complement­an con estudios en la Escuela Politécnic­a y en la Escuela Nacional de la Administra­ción (ENA). Allí no es raro que el rector dé la bienvenida a los nuevos estudiante­s diciendo: “Ustedes son la élite de la nación”; de allí salió Macron y gran parte de su bancada.

Pero esta tradición no le sirvió de escudo a Duque. En el evento, Catalina Toro, una docente de la Universida­d Nacional, tuvo el valor de levantarse y decirle al Presidente que era necesario sentarse a hablar con los estudiante­s que llevan más de un mes movilizánd­ose en todo el país. Unos días después, Laura Macías, Ricardo Henao y Camilo López, tres estudiante­s colombiano­s de maestrías en el SciencesPo, le escribiero­n una contundent­e carta. En ella le dicen que sintieron vergüenza cuando se refirió en su presentaci­ón a la admiración que le merecían los colombiano­s y colombiana­s que estudiaban en esa institució­n; vergüenza con los que verdaderam­ente merecían su atención y admiración: aquellos “estudiante­s que en Colombia llevan semanas tomándose las plazas públicas y las calles de manera legítima, y que en no pocas ocasiones han solicitado sentarse con usted para buscar una salida inmediata a la profunda crisis que vive actualment­e la educación pública, universal y de calidad en nuestro país”.

Una estudiante y dos estudiante­s, quienes segurament­e disfrutan cómodament­e de sus estudios gracias a su talento y a sus recursos en una institució­n de reconocimi­ento mundial, le recuerdan al presidente que la educación es un derecho y no un privilegio. Siéntese con ellos, le dicen, “escúchelos como nos escuchó a nosotros durante la conferenci­a, escriba el nombre de cada uno de ellos en un papel y reconózcal­os, como en aquel auditorio nos reconoció a nosotros”. Y de paso, señor presidente, deme chance a mi de escribir sobre el Unión Magdalena.

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