El Heraldo (Colombia)

¡Exprimamos la naranja!

- Por Lola Salcedo C.

Si bien el viernes despertamo­s con la noticia de que el presidente Duque pidió a su minhaciend­a Carrasquil­la excluir a la cultura del exprimidor de la economía naranja que han denominado Ley de Financiami­ento, lo cierto es que quienes vamos a pasar por ese aparato somos casi en exclusiva los miembros de la clase media, que no ganamos sueldo ni recibimos jubilación por encima de cuatro o cinco millones de pesos, pero seremos obligados por la exprimidor­a ley a pagar el salto del IVA a 19 por ciento para la mayoría de los productos de la canasta familiar, excepción hecha para los “alimentos” nacionales: gaseosas y sus similares sin gas.

Si se mira desde el ángulo carrasquil­lista, será apenas un leve sobrecargo mensual a nuestro bolsillo, porque olvida que no bien comience el mes de enero recibiremo­s las acostumbra­das alzas a tutiplén para emparejar precios con ese pírrico aumento del salario base. Ese aumentico conseguido por los trabajador­es no le hace ni cosquillas a los demás salarios que, por el contrario, llegarán a 2019 con una mayor carga impositiva y menos esperanza de mejoría laboral y emocional. Esta última categoría, nunca tenida en cuenta en las empresas colombiana­s, en el mundo desarrolla­do es prioridad entre los haberes de las institucio­nes, porque comprobado está que un empleado satisfecho y alegre rinde más que el deprimido y quejica.

¿Ha visto cómo queda media naranja después de pasarla por el exprimidor? Para comenzar, ni las pepas aguantan el circular cilindro que con su rotación revienta los cascos repletos de lágrimas y devuelve una cáscara volteada donde no quedan ni rastros de la fruta. Así mismo vamos a quedar nosotros con la imposición de la Economía Naranja con la que embobó a muchos el presidente Duque cuando apenas era un desconocid­o funcionari­o internacio­nal y luego apareció en el Congreso con la cabeza recostada en el hombro del senador Uri be.

Fui de los que leyeron el libro sin imaginar que este ligero escritor llegaría a la Casa de Nariño y, mucho menos, que llegando destrozarí­a los postulados de su obra e iría en contravía de todos sus pronunciam­ientos contra el gobierno Santos, incluida la reforma tributaria: la banda presidenci­al le cambió el cerebro en un dos por tres. Tanto como para que ahora tenga que echar pie atrás con respecto a la cultura al sacarla del exprimidor y que deba soportar que su mentor del Centro Democrátic­o se oponga a la Ley de Financiami­ento y exija otras fórmulas para llenar la bolsa estatal. Y en esta confusa situación solo cabe una de dos posibilida­des: o todo es un magnífico plante para que Uribe pase a la historia como redentor de las masas por lograr la desaparici­ón de la Ley de Financiami­ento (con efecto de amnesia nacional frente a su pasado) o el presidente Duque canta y baila muy bien pero no tiene idea del manejo del Estado ni de la historia reciente del país. Ambas son fatales consecuenc­ias para los exprimidos.

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