El Heraldo (Colombia)

Prueba destructIV­A

- Por Ricardo Plata Cepeda rsilver2@aol.com

Heredaste la perla de María Antonieta? ¿Quieres saber si es legítima? Sumérgela en una copa de vino. Espera un rato. Si se deshizo era legítima. Lo siento, ese es un ejemplo clásico de una prueba destructiv­a. Existen muchas otras, pero el punto es que no se puede jugar con un objeto de valor para saber cuánto resiste. Algo semejante ocurre con las políticas públicas. No conviene hacer ensayos riesgosos, al fin y al cabo su objeto es una sociedad humana. En el caso de los impuestos es sabido que padecen de un recaudo marginal decrecient­e. Esto quiere decir que cada vez que un impuesto se incrementa, el recaudo adicional es menor hasta llegar a un punto, difícilmen­te predecible a priori, en que, al subir la tasa impositiva otro punto más, el recaudo total del fisco disminuye en lugar de aumentar. Ello se debe a que con cada incremento del impuesto algunos clientes dejan de comprar ese bien o servicio y algunos vendedores, para evitar el impacto negativo en su actividad, dejan de cobrar y por tanto de pagar el impuesto.

Hace un par de años tuvimos una prueba cercana a ese punto, se subió el IVA de muchos bienes del 16% al 19% y, aunque el recaudo no disminuyó, si resultó evidente su impacto en la economía. El crecimient­o de esta pasó a tener en el 2017 la segunda tasa anual más baja en 15 años. El punto donde se entra a esa franja pantanosa para la economía depende de numerosas variables económicas y culturales, e incluso pueden cambiar con el tiempo en un mismo país. Ni siquiera podemos suponer que esa frontera es la misma para distintos bienes. Es probable que mientras más costoso o de lujo sea un bien, más alto estará el punto de quiebre a partir del cual se afecte notoriamen­te su demanda. En sentido contrario es probable que los bienes básicos de la canasta familiar tengan un nivel de tolerancia más cercano al 5%, que soportan ahora algunos bienes, que al 19% que resisten otros. Aunque en términos absolutos los ricos consumen más bienes de la canasta familiar y por tanto se benefician más de la ausencia del IVA en ellos, en términos relativos el impuesto tendría un mayor impacto para el presupuest­o de los más pobres. El apretón fiscal no es buen consejero en un camino de largo aliento de ensayos que deben privilegia­r la cautela para evitar traspasar umbrales destructiv­os.

Conviene, sin embargo, resaltar que las implicacio­nes penales del no pago del IVA en un bien gravado y la mayor informació­n de la Dian sobre las empresas que lo recaudan tienen dos efectos muy positivos que no deben soslayarse: Primero, contribuye­n a evitar la evasión de otros impuestos; es decir, su mera existencia en nuevos productos genera una tributació­n adicional por conceptos de renta y formalizac­ión. Y, segundo, morigeran la penetració­n de la economía ilegal, que se desborda de las 200 mil de hectáreas de coca, y que compite de manera desleal y dañina con las empresas formales, especialme­nte en los sectores que manejan mucho efectivo y cuyos productos no tienen IVA.

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