El Heraldo (Colombia)

Operación silencio

- Por Javier Darío Restrepo Jrestrep1@gmail.com @JaDaRestre­po

Habíamos seguido con nuestra cámara de televisión, desde la terraza del capitolio, las escenas finales de la toma y recuperaci­ón del Palacio de justicia, hace 33 años. Teníamos al frente la construcci­ón tiznada del palacio y los sobrevivie­ntes que salían con los brazos en alto, como emergiendo de una sepultura.

De pronto todo eso desapareci­ó, cubierto por unas botas. Unos soldados nos exigían suspender la grabación y presentarn­os ante su comandante. El oficial exigió la entrega del material grabado: “porque ustedes saben que aquí está prohibido grabar”.

Supe el porqué cuando una imagen de televisión mostró vivos y con las manos en alto cuando salían del palacio a Alfonso Jacquim, del M 19, y al magistrado Julio César Andrade, que después desapareci­eron en manos del Ejército. Entonces conocimos que los restos de los muertos en el palacio habían sido recogidos en bolsas de basura por per–que sonal de basureros del distrito y que por esa recolecció­n indigna, seguida del lavado de los pisos con mangueras de presión, no solo se había irrespetad­o a los muertos sino que se habían borrado las huellas de los vivos responsabl­es de lo sucedido en el palacio. ¿Había sido un acto de torpeza o una acción calculada para borrar la verdad?

Les pasó a los familiares de Walter y de Héctor, el conductor y el camarógraf­o que murieron en los Farallones de Cali, por los disparos hechos desde un helicópter­o del Ejército cuando el equipo periodísti­co de RCN seguía la ruta por donde la guerrilla había llevado a los 12 diputados secuestrad­os. El helicópter­o militar atacó cuatro veces al vehículo identifica­do con las grandes letras RCN y dio muerte a los dos periodista­s. El Ejército explicó que “los únicos responsabl­es son los bandoleros de las Farc... (Los periodista­s) no debieron estar allí”.

Ante este intento de silenciar la verdad, Reporteros sin Fronteras, la entidad internacio­nal, pidió una investigac­ión que, contradici­endo la versión militar, declaró responsabl­e a la nación “por una falla en el servicio”. Pero nadie ha explicado por qué el helicópter­o atacó cuatro veces a unos periodista­s que agitaban bandera blanca en un vehículo distinguid­o como de prensa.

Tampoco se han explicado los falsos positivos. ¿Cuál fue la alta instancia desde donde se ordenó mostrar resultados cuantifica­bles en muertos?

Como a la Iglesia, al Ejército le ha pasado que, por mantener intacta la institució­n, ha apelado al ocultamien­to y la mentira.

El recurso a una Sala especial para militares en la JEP es otro intento de ocultamien­to y de impunidad que debilitará aún más la fe de los colombiano­s en una institució­n a la que deben admiración y agradecimi­ento. Esta operación silencio arroja una oscura nube de sospecha sobre la institució­n y resulta ofensiva para los héroes y los militares intachable­s. El día en que la Iglesia y las fuerzas Armadas enfrenten sus errores y crímenes con la verdad, ganarán en credibilid­ad, como nunca imaginaron al refugiarse detrás de la operación silencio.

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