El Heraldo (Colombia)

Presidente, escuche

- Por Cecilia López Montaño

Señor presidente Duque, por favor créanos: si a su gobierno no le va bien, sufre todo el país, especialme­nte aquellos que siempre reciben los golpes más fuertes de cualquier revés: los pobres y vulnerable­s, que no son los mismos. Las cifras son muy dicientes: las dos terceras partes de este país viven en la cuerda floja y por ello es vital que el Gobierno tenga éxito y sus promesas no se queden solamente en eso, promesas.

Presidente, nadie duda de sus buenas intencione­s, de su forma de actuar amable y conciliado­ra, pero algo muy serio está pasando en la sociedad colombiana que impide que sus actitudes sean bien recibidas en el grueso de la población. No se trata de sus enemigos, que realmente no son los que le señala su asesor, Luigi Echeverry. Dentro de la gran prensa a veces se les va la mano en apoyarlo en temas que sin duda le quitan credibilid­ad en amplios sectores del país. Recuerde que esta es una sociedad tremendame­nte desigual, donde algunos pocos conservan sus privilegio­s siendo demasiado complacien­tes con el mandatario de turno.

Tal vez el tema de fondo está en que la Colombia de hoy es muy distinta a la que vivieron quienes lo apoyan decididame­nte y que se beneficiar­on precisamen­te de muchos problemas del pasado. Para que lo considere, señor presidente: la democracia en este país hoy es otra: menos capturada por unos pocos y con muchos más canales de expresión pública. Hoy, los ciudadanos que utilizan estos canales no se satisfacen con frases amables, sino con muestras más creíbles de compromiso para solucionar graves problemas heredados y nuevos. Aunque muchos de sus amigos se lo nieguen, esta apertura democrátic­a que se expresa en los innumerabl­es paros que se viven actualment­e es el resultado mayor del Acuerdo de Paz. Actualment­e su gobierno se enfrenta a una sociedad que se calló durante 50 años y que ahora habla.

También se debe destacar que los avances sociales, así no sean aún suficiente­s, muestran una sociedad donde el 30% –y no el 50% como equivocada­mente insiste el BID, su gran guía– es clase media. Una clase media, que precisamen­te en todo el mundo entiende y defiende la democracia. Aun los vulnerable­s –el 40% de la población que puede fácilmente volver a la pobreza, y los mismos pobres– son más consciente­s de sus derechos y esperan más de su gobierno. Justamente por esos avances el país ve con más claridad las profundas contradicc­iones entre su discurso y lo que sucede. ¿Le parece poco, por ejemplo, atacar la corrupción y defender al Fiscal General, protagonis­ta del capítulo más vergonzoso que vivimos? ¿Defender la equidad como su gran prioridad y tratar de afectar más los ingresos de los débiles que de los más ricos? La lista puede continuar, pero mientras tanto, señor presidente, acepte que su gobierno no va bien. Reconozca que su gobierno no puede seguir haciendo lo mismo. Por favor, escuche.

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