“La literatura le enseña al periodismo el cuidado del lenguaje”: Santiago Gamboa
El escritor colombiano dialogó con los periodistas de EL HERALDO sobre su obra y experiencia periodística.
Perder es cuestión de método. Gamboa explicó cómo en el inicio de su carrera la realización de perfiles periodísticos de políticos, cantantes y artistas le permitieron hacer una construcción más sólida de cada uno de sus personajes en toda su obra literaria.
Con una sala de redacción de fondo, escenario que afirmó disfrutar desde siempre, se declaró un “enamorado” del periodismo, profesión a la que llegó para subsistir en París, cuando solo tenía 19 años. Inicialmente lo contrató la Agencia France Presse por recomendación del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro. De ahí pasó a Radio Francia Internacional y posteriormente a ser corresponsal del periódico El Tiempo, donde cubrió de cerca el conflicto de Sarajevo. De ahí partieron varias historias de esos días de corresponsal de guerra.
“París es la ciudad en la que me hice adulto, me hice escritor. Es el centro de todo lo que fue mi vida intelectual. Soy formado en el pensamiento francés, en la literatura francesa, el lugar donde empecé a hacer periodismo y comenzó mi pasión por el periodismo. Es el lugar donde nació mi hijo. Es una ciudad fundamental y lo seguirá siendo, voy como mínimo dos veces al año”, confesó.
Bogotá, la urbe sudamericana donde era “extremadamente tímido”, se convirtió en el lienzo que con palabras dibujó en sus primeras novelas.
“En esa época Bogotá tenía pocas referencias literarias. Una ciudad que yo recuerdo fría, gente vestida de oscuro, más bien malgeniada. La Bogotá de mi infancia no era como la de hoy, que la han convertido en una ciudad más alegre. Todo el mundo era serio y ahora es muy distinta, caótica. Fascinante por muchas cosas y terrible por otras”.
En su conversación con los periodistas contó que la crítica es una “herida de guerra” y que no hay un lineamiento para establecer o calificar una obra como buena o mala.
En últimas “la literatura es un mundo carente de reglas”, señaló.
Así, a partir de la lectura y discusión de una de sus obras, Gamboa se acercó con el recurso de la palabra a los reporteros presentes, que a diario hacen uso de ella para contar lo que sucede día a día.
CON GABO. El escritor bogotano recordó su amistad con Gabriel García Márquez, la historia de cómo él lo apoyó para ser diplomático y la noche que, en medio de una cena en España, una joven se acercó a saludar al Nobel colombiano.
Recordó que al llegar a la mesa la mujer le pidió un autógrafo, a lo que García Márquez respondió que solo lo hacía en libros. Ella, con toda la honestidad del momento, le contó que estaba allí con su novio, que al día siguiente sería su esposo. Ambos se encontraban en ese restaurante de un hotel como parte de un regalo.
“Él llamó a un empleado del restaurante y le pidió que subiera a su habitación, tomara un libro naranja y se lo bajara. Al llegar a la mesa le entregó Cien años de soledad. Luego, Gabo pidió que llamaran a la joven y le aseguró que el problema ya estaba resuelto, pero que además llamara a su novio”, aquella firma que relata Gamboa, iba acompañada del mensaje en el que se leía: “su primer regalo de bodas”.
Otro mencionado en sus historias fue Roberto Bolaño, a quien empezó a leer en el 97 y lo conoció en el 99. “Lo quise muchísimo y fue uno de los amigos que más me ha influenciado”, confesó. “Siempre le admiré esa hiperseguridad en su talento, cosa que yo no he tenido”, dijo.
“Él estaba completamente seguro que su literatura tenía el sello de aquella que va a trascender. Murió antes de su gran éxito, pero alcanzó a verlo venir. Su literatura es muy importante porque une la generación del Boom Latinoamericano con la mía, es donde tienen los jóvenes una gran importancia”. CRÓNICA Y NOVELA. El análisis de sus personajes por parte de los periodistas llevó a la pregunta de aquél doble sufrimiento que normalmente se ve reflejado en las páginas. Personajes comunes, creados a partir de personas conocidas y situaciones vividas, y cómo a través de los diferentes dramas buscaba un refugio.
“Consiste en imaginar y darle vida a una persona. Para hacer eso conviene haber hecho perfiles de personas ya reales. Eso te enseña cómo crear una persona creíble”, respondió.
Agregó que la literatura tiene un problema que no tiene el periodismo: “todo debe ser creíble”. “En el periodismo, en cambio, lo que se lee en el periódico la gente lo cree, eso no es un problema de la escritura periodística”.
La crónica y la novela, que por mucho tiempo se han visto lejanos el uno del otro, para Gamboa son dos géneros muy cercanos casi que literarios. “La realidad tiene que ser respetada, pero el trabajo de una crónica buena es muy parecido al de una novela. La academia sueca ya le dio el premio de literatura a la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich por sus crónicas. Cuando eso sucede está reconociendo que es un género literario”.
Así como el periodismo enseña al escritor a terminar y escribir pensando en el tiempo, considera que la literatura le enseña al periodismo el cuidado del lenguaje, la palabra correcta.
“Las palabras adquieren un brillo que no tenían antes. El periodista que logra escribir una crónica con toda la fuerza, intensidad y talento literario se destaca. Ese es Alberto Salcedo Ramos, Martín Caparrós, Juan Villoro, Leila Guerriero, grandes autores de crónicas que brillan porque escriben sus libros de crónicas como si fueran novelas, con todo el cuidado literario”.
Ahora, décadas después de haber partido de Bogotá, de llegar a París y lavar platos, cuidar niños y vivir de cerca con inmigrantes, cree que miraría a los ojos a ese Santiago que llegó a la Ciudad Luz sin haber escrito nada, pero con hambre de mucho.
“Más que darle consejos yo lo miraría a los ojos y le preguntaría ¿qué opinas de mí?, ¿te he traicionado?, ¿respetas lo que he hecho? Más que un consejo quisiera que me juzgara… y me moriría de miedo”.
Para Gamboa la vida consiste en vivir las cosas de manera intensa, y la literatura es una manera de vivir intensamente. “Ese joven no sé qué pensará hoy de mí, pero a veces creo que a pesar de que lo pasaba muy mal y vivía cosas terribles lo extraño y lo envidio. Esa fuerza y libertad, resistir esas cosas tan terribles que pasaba”, dijo.
Resaltó que no ha dejado a medias casi nada, un elemento adquirido del periodismo, la herencia que le dejó ese mundo. “De hecho no tengo proyectos inacabados, cuando termino de escribir algo tengo que arrancar de la nada”.
Su mensaje final a los reporteros asistentes a la charla fue el de no temer a unir la literatura con la crónica, encontrar en las palabras el brillo necesario, pero también “buscar la realidad, leer a los mejores, establecer los perfiles” y así, dar rienda suelta a la creatividad periodística.