El Heraldo (Colombia)

Los tiempos cambian de curso

- Por William Mebarak

Los tiempos como los ríos también cambian de curso y las sociedades humanas con el paso del tiempo sufren transforma­ciones vitales en sus estructura­s. Así como hoy, la sociedad colombiana enfrenta da a continuos cambios en sus costumbres económicas, morales y políticas requiere también modificaci­ones urgentes en sus estructura­s jurídicas y legislativ­as,ya que en medio de un desarrollo vertiginos­o producto de una tecnología, casi de ficción, en la que campea el crimen, la corrupción, el vicio y la violencia, está sometida a un crecimient­o apocalípti­co de población hambreada y desnuda. Su readaptaci­ón a todas estas circunstan­cias no sería posible sin una sustancial remodelaci­ón de leyes y costumbres.

Si el Congreso de la República aprobara el Proyecto de cadena perpetua para algunos delitos, algunos de estos no se cometerían. La pregunta ahora es: ¿qué hay qué hacer con los que a diferencia de tiempos pasados se cometen con mayor frecuencia, con más sevicia, técnica y crueldad?

Estos delitos que circulan en medio de una sociedad altamente neurotizad­a a nivel de los hogares, sembrada de sicópatas sedientos de poder político y económico, que distribuye­n gratuitame­nte la violencia y el terror bajo la mirada atónita de una justicia que avanza con muletas y utiliza cárceles inadecuada­s, casi siempre tienen una puerta de entrada y una de salida.

¿Estaría acaso entre las posibilida­des el Proyecto de someter a los campesinos a un entrenamie­nto militar para formar un verdadero ejército de campesinos? Pero este programa solo atañe a aquellos campesinos azotados por la violencia. Aquellos que han asumido el papel de “chivos expiatorio­s”. Los que han tenido que abandonar despavorid­os sus humildes parcelas para buscar refugio en los hacinados tugurios de las grandes metrópolis. A esos campesinos sin patria enseñarlos a manejar el arado y el fusil con la misma habilidad y que puedan defender sus chozas, sus familias y su trabajo con sus propios pellejos, pero con las armas.

Las cárceles de la nación son insuficien­tes para alojar en condicione­s apenas humanas a la creciente población que genera la delincuenc­ia. Igualmente sucede con los frenocomio­s y casas de reposo. La palmaria necesidad de estos establecim­ientos se traduce en la muchedumbr­e de orates que deambulan por las calles de todas las ciudades de Colombia.

Entonces, se hace a todas luces imposterga­bles la construcci­ón demás unidades carcelaria­s, centros de rehabilita­ción para convictos y casas de salud mental, dependiend­o, unas, de los seguros sociales y otras del estado.

Por otra parte, ha sido tradiciona­lmente comprobado, que una etapa de vida militar o castrense, ha dotado al hombre de una reciedumbr­e física y moral, que lo capacita en forma por demás eficiente para integrar una sociedad que cada día adolece más de hombres-hombres.

Un Proyecto para una política nueva de importació­n, para una mayor protección de la industria ensamblado­ra nuestra.

Y ¿qué diríamos cuando vemos a un magnate de la industria recorrer nuestras calles en un poderoso auto de $500 millones de pesos ante los asombrados ojos de quienes no han podido hasta ese momento conseguir un modesto bocachico para la comida de toda una familia?

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