Resistiendo aún
Con una necesaria dosis de realismo pragmático que no debe confundirse con apocada resignación, vamos a reconocer que estamos viviendo en Colombia una convulsa polarización que estuvo latente mientras los dos bandos en disputa tenían un enemigo común, mismo que ya no está y que uno de los lados extraña y necesita más que el otro. Estos movidos e inciertos aires, interpretados al vaivén de los hilos que mueven los parlantes que se auto proclaman voceros de la verdad, están cargados de una crispación que dista mucho de quedarse estática. Las calles, las paredes y las redes sociales son, como si no lo hubieran sido antes, campos de batalla en los que poco o nada se respetan límites entre el ataque al argumento y el ataque a la persona. La negación del otro como un igual es, lamentablemente, una constante histórica aquí y en todas partes.
En medio de ese show, lo de las últimas semanas alrededor de las actuaciones del Fiscal Martínez y las presuntas omisiones en el caso Odebrecht, con padre e hijo fallecidos en circunstancias no claras, una fiscal en coma, revelaciones post mortem y tratamientos de limpieza facial disfrazados de entrevistas periodísticas, se convierte en la nueva tapa de la olla o la penúltima gota antes de rebosar el vaso. El que el Fiscal se atornille y que el Presidente lo defienda son meras anécdotas. Si nos atenemos a la tendencia histórica, no va a pasar nada. Estarán, si no es que ya lo encontraron, buscando un nuevo escándalo que distraiga lo anterior. Y allí volverán los parlantes a sueldo a hacer su trabajo, a distraer y a dividir; y allí volverán la calle, la pared y las redes a ser campos de batalla, en ocasiones y con dolor, literalmente.
Este círculo vicioso de “da que te vienen dando” va a durar hasta que no se tome conciencia del papel fundamental que como sociedad civil debemos tomar al momento de decidir por quién votar. Un ejercicio democrático libre, responsable, respetuoso y con criterio, que rompa la cadena con la teja, el bus, la mochila llena de billetes, el tamal y el jugo, es piedra angular de una sociedad consciente y empoderada. Votar con el cerebro y no con el estómago, porque ese hambre que se calma hoy mañana va a volver y más fuerte si se eternizan en el poder los mismos que siempre han pecado por gula. Votar bien. Votar por las ideas. Votar por los programas y los argumentos.
En el entretanto, y mientras llega el momento de volver a votar (si no es que se inventan algo para esquilmarnos también ese derecho), la idea es no tragar entero, comparar información, dudar de las posturas pontificales de ciertos egos ensalzados a punta de aplausos baratos, no caer en provocaciones, y separar los argumentos de las personas. El derecho a tener y expresar una opinión, por más repelente que parezca, es tan o más importante que la opinión misma. Si estamos en total desacuerdo en muchas cosas, por lo menos busquemos estar de acuerdo en esa.
Y sigamos resistiendo.