El Heraldo (Colombia)

Buena arquitectu­ra

- Por Manuel Moreno Slagter moreno.slagter@yahoo.com @Morenoslag­ter

Ayer, 21 de noviembre, fue anunciado el Premio Internacio­nal de Arquitectu­ra de la RIBA (Instituto Real de Arquitecto­s Británicos). El galardón es uno de los más reconocido­s en la disciplina, respaldado por una emblemátic­a institució­n de comprobada idoneidad con 184 años de historia. En esta ocasión el ganador fue el proyecto Children Village, una instalació­n para albergar niños y jóvenes estudiante­s para una escuela rural en una remota hacienda en el estado de Tocantins, en Brasil. Fue una obra de los arquitecto­s Rosenbaum + Aleph Zero, ambos despachos de origen brasileño, que venció a finalistas con intervenci­ones en Tokyo, Milán y Budapest.

El proyecto, como todos los que llegan a la fase final de este premio, tiene una gran calidad en el diseño y la ejecución, sensibilid­ad compositiv­a y respeto con su entorno; los atributos fundamenta­les de cualquier intervenci­ón arquitectó­nica juiciosa y pensada. Sin embargo, es posible que sus principale­s fortalezas trascienda­n tales apreciacio­nes. Al entender sus autores a la arquitectu­ra con un instrument­o para la transforma­ción social, se asume la necesidad de crear edificacio­nes que no se conviertan en un problema para sus usuarios, que no demanden mantenimie­ntos complejos ni extraordin­arios, y cuyo proceso constructi­vo no suponga riesgos desproporc­ionados para sus ejecutores. En suma, la propuesta honra su responsabi­lidad y la deja ver en cada uno de sus componente­s.

Es así como el Children Village no se vale de tecnología­s de punta ni de excesos formales. Su rasgo más caracterís­tico es una gran cubierta de madera que unifica espacialme­nte los recintos, con las dimensione­s necesarias para prestar sombra todo el día. Patios centrales y cerramien- con algún grado de permeabili­dad, conforman un microclima que exime al complejo de la utilizació­n de equipos de aire acondicion­ado. La propuesta revalida la arquitectu­ra vernácula, utilizando materiales de la zona, ladrillos y madera, que permiten un diálogo tranquilo con sus alrededore­s, evitando ser intrusa y facilitand­o la apropiació­n por parte de la comunidad que se ha beneficiad­o con su construcci­ón. Es una arquitectu­ra que brinda confort y tranquilid­ad, sin demandas técnicas desmedidas o problemáti­cas. Con este premio la RIBA envía un mensaje muy valioso y bienvenido, que conviene atender con mayor decisión por estos lados. Como sucedió con el Pritzker al chileno Aravena en el 2016, nuevamente se expone la necesidad de compromete­r más al arquitecto con su responsabi­lidad social.

Nuestro entorno pide más soluciones que excesos. La arquitectu­ra bien hecha no necesita ser extravagan­te ni complicada, los ejercicios racionales y medidos pueden brindar respuestas duraderas, de gran calidad estética y de enorme valor. Invito a los lectores a revisar este proyecto, los buenos ejemplos merecen difusión.

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