‘Lapsus linguae’
Imagino que debe haber dado la vuelta por el mundo político nacional e internacional el fragmento del video en el cual la vicepresidenta de Colombia comete un lapsus lingüístico enorme al confundir el nombre de su presidente actual con el de un expresidente, durante un discurso en el que plantea lo que debe ser políticamente correcto para el país.
Al parecer, no ha tenido mayor trascendencia a nivel de la opinión ciudadana general, pero para mí representó algo mucho más complejo, porque una situación como esta llama la atención sobre algo que sabemos psicólogos y psiquiatras, no es una tontería o un mal chiste, se trata de algo arraigado en el inconsciente de la persona que brota en un contexto y circunstancias determinadas. Enseguida salta a la mente la Psicopatología de la vida cotidiana, el libro de Sigmund Freud en el que explica que estos errores o equivocaciones representan el surgimiento involuntario, desde el inconsciente, de una palabra inhibida que tiene un altísimo significado para quien comete el desliz verbal y cambia todo el contexto de lo que quería decir. Según Freud, cuando se comete este tipo de error es porque estamos en un punto en que nos enfrentamos a la parte más oculta de nuestro inconsciente donde están nuestros deseos y tendencias reales.
No puedo dejar de pensar lo lógico desde el punto de vista freudiano: en el consciente de nuestra vicepresidenta hay un presidente, pero en su inconsciente hay otro. Algo que tal vez no tenga mayor trascendencia para la mayoría de las personas porque ¿ajá?, pero, en realidad, es mucho más complejo que una subida de hombros en un gesto de no quiero saber de eso.
El asunto es que somos seres huma- nos con emociones que nos gobiernan desde cuando el cerebro se organizó en el homo sapiens sapiens, pues son superiores a nosotros como entes conscientes. Detrás de cada decisión que tomamos, ya sea económica, afectiva, familiar, social o política, hay una emoción que determina nuestros pasos. Nadie es tan racional como cree que es. Así que, si nos vamos a la representación que estas emociones puedan tener a nivel político, no deja de ser preocupante que nuestra vicepresidenta cometa un lapsus de esta naturaleza porque siembra una terrible duda en lo que se refiere a quién reconoce como presidente del país.
Esto parece representar la continuidad de una serie de errores a niveles protocolarios donde el propio presidente actual se colocó de tercero después de mencionar los nombres de dos expresidentes como si fueran presidentes, ante el rey de España.
Toca preguntarse freudianamente si nuestro presidente se reconoce como tal, sobre todo ahora cuando su popularidad viene en caída libre en las encuestas, a pesar de sus esfuerzos para fungir como tal en un país que se fragmenta conceptual y políticamente, y más confundido porque no encuentra un hilo conductor ante tantas emociones revueltas.