El Heraldo (Colombia)

Imagine usted

- Por Jorge Muñoz Cepeda @desdeelfri­o

Imagine usted a un empresario importante –puede ser un banquero, un constructo­r o un terratenie­nte– cenando en su casa con algunos invitados. El magnate, sentado en la cabecera de la mesa, ofrece su comida, su licor y su hospitalid­ad a unos cuantos invitados, entre los que se encuentran algunos periodista­s, otros tantos políticos profesiona­les, un importante abogado y, por supuesto, un par de hombres de negocios, como él.

Imagine usted que a la hora del postre uno de los políticos más jóvenes descubre una irrefrenab­le atracción por la periodista sentada a su derecha; ambos se sonríen y se interpelan mutuamente con elegante coquetería, y al final de la velada acuerdan un futuro encuentro, esta vez a solas, para ver qué pasa.

Imagine usted que, durante el brandy, y ya en una de las salas auxiliares de la mansión, el anfitrión anuncia su intención de probar suerte en el prometedor negocio de la construcci­ón de carreteras, un área que conoce bien el político más veterano, a quien el presidente le ha prometido un alto cargo en el gobierno que le permitirá desarrolla­r obras monumental­es en todo el país.

Imagine usted que el abogado, quien es o ha sido asesor legal de todos los asistentes, no habla mucho, pero sonríe divertido cada vez que alguien hace una broma o deja escapar una infidencia o suelta un gas inesperado que enrarece por unos segundos el ambiente.

Imagine usted que pasa el tiempo. El magnate ha tenido éxito en su nueva faceta de constructo­r de carreteras. El político veterano se ha convertido en un miembro destacado del gobierno, gracias a que construye carreteras. El político joven ahora es senador y se ha casado con la periodista, quien ejerce su oficio en un medio de comunicaci­ón que, por casualidad, es propiedad del empresario que propició el primer encuentro con su amado. El abogado divertido fue nombrado fiscal y ahora sonríe cada vez que alguien lo visita en su despacho.

Imagine usted que pasan más años y que, también por casualidad, se revela que los negocios de las carreteras en los que ha invertido millones el empresario que ofrece cenas a sus amigos está sustentado en sobornos. El abogado debe investigar el caso, pero no lo hace, temiendo que no lo vuelvan a invitar a comer en la mansión. El senador, devoto esposo de la periodista, tampoco hace nada en el Congreso porque su mujer puede perder el trabajo, y porque en realidad el asunto le importa un comino. La periodista aborda el tema por los lados, cuidándose de no enlodar jamás el nombre de su jefe, el empresario que la emplea. El político veterano, ya retirado de su alto cargo, guarda prudente silencio.

Ahora imagine usted que puede darle la vuelta a esta historia cambiando los personajes y los escenarios: por ejemplo, en lugar de un empresario, ponga a un expresiden­te; en lugar de una periodista, ponga a un periodista; en lugar de un abogado fiscal, ponga a un abogado ministro; en lugar de un joven senador, ponga a un joven concejal; en lugar de una comida en una mansión, ponga un almuerzo en el último piso de un club; en lugar del negocio de las carreteras, ponga el negocio de las EPS. En realidad, cualquier mezcla funciona. No importa quienes sean los involucrad­os, los temas y los escenarios, si usted puede imaginar episodios de esta calaña, entenderá por fin cómo funciona este país.

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