El Heraldo (Colombia)

Alta tensión

- Por Oswald Loewy @oswaldloew­y oswaldloew­y@me.com

Lo que sucede en Electricar­ibe nos afecta a todos y en vez de ser una espada de Damocles debería ser un activo estratégic­o como también es el caso del río Magdalena. La raíz de la solución no es económica, como se cree, sino política. En la Región Caribe ganó Petro, por eso sería mucha gracia que Duque nos resuelva esto, cuando además sabemos que no hay recursos. Y no es que Duque no quiera ayudarnos, sino que no puede o le será casi imposible, así que estamos al garete.

La Comisión Interparla­mentaria de Crédito Público aprobó esta semana una garantía soberana de la Nación, sin contragara­ntía, por 735 mil millones que se aplicarán “mientras tanto” para financiar el primer año del plan de inversione­s y la recuperaci­ón de las pérdidas de Electricar­ibe.

El artículo 365 de la Constituci­ón dice: “Los servicios públicos son inherentes a la finalidad social del Estado. Es deber del Estado asegurar su prestación eficiente a todos los habitantes del territorio nacional. En todo caso, el Estado mantendrá la regulación, el control y la vigilancia de dichos servicios”. Queda claro que “vigilar” es una función del Estado y le cabe la responsabi­lidad al haber permitido que las cosas llegaran a este punto por no haber estado pendiente a través del ente vigilante, que es la Superinten­dencia de Servicios Públicos Domiciliar­ios.

A su vez, Electricar­ibe contrató a la Financiera de Desarrollo Nacional (FDN) y esta entidad dice “tener el diagnóstic­o, las alternativ­as y el plan de ruta para la estructura­ción de la solución definitiva, para devolverle la viabilidad a la empresa con un horizonte de 10 años prestando un servicio de calidad”. Suena bonito. El Grupo Enel ha sido el único en manifestar su interés en “el negocio” de Electricar­ibe y resulta que eso, hasta el momento, no va a poder ser una opción.

Para coger el toro por los cuernos, ya quisiéramo­s que fuera solo un toro, se requiere un coloso con capacidad económica y técnica para convertir esta empresa –ya moribunda– en un atleta de alto desempeño. No es tarea fácil y hay pocas opciones para escoger. Tampoco hay muchos que se le midan, por eso estamos en el peor de los escenarios. Ilusamente se pretende que la empresa que tome este negocio no tenga más del 25% del mercado eléctrico. El Grupo Enel no es la alternativ­a porque alteraría el equilibrio en el mercado de energía, al sumarle Electricar­ibe, quedaría con el 46% de participac­ión.

Un buen nivel de competenci­a estimula que las tarifas sean competitiv­as para los usuarios y estamos a favor de eso, pero el reto al que nos aboca Electricar­ibe es de tipo explosivo. El mercado eléctrico de la Región Caribe crece a un ritmo del 6% anual, mientras el resto del país lo hace al 2%; la mitad de los equipos tiene más de 30 años. Solo el 20%, menos de 10 años: obsolescen­cia total. Los equipos están siendo operados al máximo de su capacidad. Las pérdidas de la empresa van en ascenso y por encima de los límites. El panorama es más que oscuro y, como bien anuncia el representa­nte a la Cámara César Lorduy: “estamos frente a una bomba de tiempo que nos dejará en tinieblas”. Y tiene razón.

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