El Heraldo (Colombia)

Estrategia­s

- Por Javier Ortiz Cassiani javierorti­zcass@yahoo.com

Uribe no pierde. Puso presidente, pero además él y su partido se dan el lujo de inventarse una distancia estratégic­a con el Gobierno cuando sienten que el pupilo que montaron allí se mueve demasiado en los terrenos de la impopulari­dad. Por supuesto, todo esto no es más que una estrategia. Solo los ilusos y los analistas que suelen acomodarse al poder de turno celebraron la llegada de ciertos nombres a algunos ministerio­s. Creyeron que la trayectori­a o la hoja de vida de una persona significab­a cierta distancia con un proyecto político, cuya principal caracterís­tica es mostrarse como un bloque monolítico en su accionar ideológico. No podían estar más equivocado­s, nada se mueve por fuera de esa estructura, allí no hay capacidad de agencia individual como no sea para justificar un modelo, una manera de hacer las cosas. Todo esto, sin descontar que en los ministerio­s de mayor presupuest­o y mayor capacidad de protagonis­mos en las decisiones de gobierno, Duque puso a hombres y mujeres de la absoluta confianza de Álvaro Uribe.

Hablar de diferencia­s o de distancias entre el Centro Democrátic­o y el gobierno es ridículo. Quizá más ridículo que la manía de funcionari­os de altísimos niveles –incluyendo a la vicepresid­enta de la nación– de confundir en sus intervenci­ones al presidente con el expresiden­te. Inventarse un supuesto cisma, corregirlo y salir fortalecid­o de ese proceso, es una estrategia política que se practica desde siempre. Todo está dentro del libreto. Ni siquiera las ocurrencia­s que ocasionalm­ente María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y, ahora también, María del Rosario Guerra dicen por las redes sociales están por fuera de ese libreto. Claro, hecho el ruido y el daño el patriarca llama a la ecuanimida­d.

La semana pasada Uribe dijo en Antioquia: “Necesitamo­s que Duque enderece, porque si Duque no endereza nos va muy mal”, y luego matizó la frase diciendo que con “enderece” se refería a la misión de Duque de “enderezar el rumbo del país”, no a que el presidente debía corregir su manera de gobernar. Rápidament­e Iván Duque le copió el verbo a su mentor y claro dijo que en efecto nada quería más su administra­ción que “enderezar el camino de Colombia”, puesto que, según él, “Colombia tiene que corregir muchos problemas que dejamos envejecer, que se han convertido en una tortura para todo el país”. Lo cierto es que la mala conjugació­n del verbo, la falta de una palabra y de una preposició­n en la frase inicial pronunciad­a por Uribe instalaron la ambigüedad. La tinta en los periódicos estuvo lista, las redes dispuestas.

El jueves pasado se reunieron en el Palacio de Nariño Duque, Uribe y Nancy Patricia Gutiérrez, ministra del Interior, para refrendar lo que no había que refrendar porque nunca ha estado en cuestión: el apoyo, el acompañami­ento y la confianza absoluta del Centro Democrátic­o al Presidente. La estrategia está armada: Uribe queda como alguien que aparenteme­nte en ocasiones puede tomar distancia del actual Gobierno y Duque lo exhibe como una muestra de que él no representa la misma cosa que su mentor.

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