Estrategias
Uribe no pierde. Puso presidente, pero además él y su partido se dan el lujo de inventarse una distancia estratégica con el Gobierno cuando sienten que el pupilo que montaron allí se mueve demasiado en los terrenos de la impopularidad. Por supuesto, todo esto no es más que una estrategia. Solo los ilusos y los analistas que suelen acomodarse al poder de turno celebraron la llegada de ciertos nombres a algunos ministerios. Creyeron que la trayectoria o la hoja de vida de una persona significaba cierta distancia con un proyecto político, cuya principal característica es mostrarse como un bloque monolítico en su accionar ideológico. No podían estar más equivocados, nada se mueve por fuera de esa estructura, allí no hay capacidad de agencia individual como no sea para justificar un modelo, una manera de hacer las cosas. Todo esto, sin descontar que en los ministerios de mayor presupuesto y mayor capacidad de protagonismos en las decisiones de gobierno, Duque puso a hombres y mujeres de la absoluta confianza de Álvaro Uribe.
Hablar de diferencias o de distancias entre el Centro Democrático y el gobierno es ridículo. Quizá más ridículo que la manía de funcionarios de altísimos niveles –incluyendo a la vicepresidenta de la nación– de confundir en sus intervenciones al presidente con el expresidente. Inventarse un supuesto cisma, corregirlo y salir fortalecido de ese proceso, es una estrategia política que se practica desde siempre. Todo está dentro del libreto. Ni siquiera las ocurrencias que ocasionalmente María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y, ahora también, María del Rosario Guerra dicen por las redes sociales están por fuera de ese libreto. Claro, hecho el ruido y el daño el patriarca llama a la ecuanimidad.
La semana pasada Uribe dijo en Antioquia: “Necesitamos que Duque enderece, porque si Duque no endereza nos va muy mal”, y luego matizó la frase diciendo que con “enderece” se refería a la misión de Duque de “enderezar el rumbo del país”, no a que el presidente debía corregir su manera de gobernar. Rápidamente Iván Duque le copió el verbo a su mentor y claro dijo que en efecto nada quería más su administración que “enderezar el camino de Colombia”, puesto que, según él, “Colombia tiene que corregir muchos problemas que dejamos envejecer, que se han convertido en una tortura para todo el país”. Lo cierto es que la mala conjugación del verbo, la falta de una palabra y de una preposición en la frase inicial pronunciada por Uribe instalaron la ambigüedad. La tinta en los periódicos estuvo lista, las redes dispuestas.
El jueves pasado se reunieron en el Palacio de Nariño Duque, Uribe y Nancy Patricia Gutiérrez, ministra del Interior, para refrendar lo que no había que refrendar porque nunca ha estado en cuestión: el apoyo, el acompañamiento y la confianza absoluta del Centro Democrático al Presidente. La estrategia está armada: Uribe queda como alguien que aparentemente en ocasiones puede tomar distancia del actual Gobierno y Duque lo exhibe como una muestra de que él no representa la misma cosa que su mentor.