¿Jubilados? ¡Al carajo!
No pertenezco al grupo de personas que cumplieron sus cotizaciones a la seguridad social durante mil y más semanas, hasta que por fin les otorgaron su derecho a recibir mensualmente su jubilación. Por tanto, si no trabajo, no como, así de sencillo. Porque por alguna maldición, o simple temeridad, he trabajado mayormente como independiente y olvidé por completo la importancia de hacer esa valiosa inversión que, hoy en día, se suponía haría posible que pudiese respirar a mis anchas y disfrutar de un retiro merecido por haberlo reunido peso a peso.
Sin embargo, desde que ganó el señor Duque, la Presidencia de la República ya balbució sus primeros mensajes en contradicción a sus promesas de candidato. Supe que hasta aquí le había llegado la felicidad a los jubilados y que serían de las primeras víctimas del desaforo del ministro Carrasquilla, de autos conocido en tiempos de Uribe presidente, quien tiene la decisión de exprimir al ciudadano del común (ya ni clase media puede llamársele) bajo la regia teoría medieval, según la cual cuando un rey necesita fondos ordenaba sacarle a la clase media hasta el último cobre, bajo la certeza de que los ricos producen empleo y los pobres son la carne de cañón en las batallas y ponen los votos.
De modo que tengo un hombro almidonado por el llanto desconsolado –con rinitis incluida– de aquellos a quienes miré siempre con verdadera envidia, al tiempo que me regalaba todos los epítetos posibles por mi imprudencia, ligereza y hasta estupidez. Más de una larga tarde y hasta todo un día (me salva que duermo como lirón desde las 9:00 p.m.) pasé rumiando haber sido tan torpe. Pero hoy, sin desmedro del respeto que siento por los felices jubilados, una secreta alegría salta en mi corazón al saber que el Gobierno no podrá abusar de mí al zamparme una nueva contribución tributaria sobre la inexistente pensión. Son esos pequeños y tontos triunfos que algunos sentimos ante el aplastante poder de la mentira de los gobernantes y ante la total inanidad de los afectados. Todo se les está yendo en rabia y desesperación comentadas con los familiares y amigos, se ven como ‘Pitirris’ desplumados a las que los gavilanes persiguen con denuedo. ¡Qué pesar! ¡Jubilados: al carajo!
Lo que si no permito es una queja o una crítica a quienes eligieron al presidente Duque, porque siempre se supo que se necesitaba una reforma tributaria desde los días de Santos, pero ese fue el caballito de batalla con el que lo desprestigiaron cuando terminaba mandato y la promesa de no hacerla convenció a las masas en favor de la candidatura del que dijo Uribe, el que crearía empleo, reconstruiría la Patria (¿?) y gracias a la Economía naranja nos convertiría en una potencia en el subcontinente. Lo único cierto es que exprime como naranja a la clase media, aumentó el presupuesto militar y persigue a los marihuaneros de esquina mientras sigue viajando droga y no se detiene el lavado de dólares.