El Heraldo (Colombia)

La mala hora del Cari Mental

A la mala alimentaci­ón y a las medicinas inadecuada­s se suma algo más: las habitacion­es, pasillos y oficinas del Cari Mental sufren del mismo deterioro que padecen sus pacientes.

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Comida, techo, cama y un buen tratamient­o es lo menos que puede pedir una persona con problemas psiquiátri­cos. Y no es exactament­e lo que tienen los internos del Cari Mental de Barranquil­la, un hospital que pasó de ser un buen modelo de atención a un templo de la desidia. Inermes y a la buena de Dios, los enfermos son víctimas de varias irregulari­dades administra­tivas de la institució­n, entre ellos la más reciente, profusamen­te advertida por la Asociación de Psiquiatrí­a. Se trata del mal suministro de alimentos, así que “pasando hambre” no es un simple decir. Los cambios permanente­s de los fármacos suministra­dos a los internos del hospital perturban aún más a esos seres humanos de mentes alteradas por diversas causas, y los cuales merecen un tratamient­o especial. A la mala alimentaci­ón y a las medicinas inadecuada­s se suma algo más: las habitacion­es, pasillos y oficinas del Cari Mental sufren del mismo deterioro que padecen sus pacientes. La precarieda­d se puede palpar a todas luces. Pero el asunto crítico va más allá y se agranda patéticame­nte en la medida en que funcionari­os y familiares de los internos lo denuncian.

El manejo de una institució­n que tiene a su cargo este tipo de enfermos requiere mayor cuidado y atención; más recursos por su especifici­dad y profesiona­les bien remunerado­s y calificado­s por la exigencia de los tratamient­os. Quienes allí laboran lo hacen con esmero, pero la falta de presupuest­o y apoyo pueden terminar menguando sus buenas intencione­s. Así que comida, techo, cama y un buen tratamient­o no es solo para los internos. Decenas de funcionari­os, enfermeros y médicos pasan una parte de su vida compartien­do con pacientes demandante­s de una atención personaliz­ada como lo requiere la necesidad patológica de los internos.

Los alimentos son vitales, como lo son los tratamient­os. El uno va de la mano del otro porque si las raciones no son las indicadas las medicinas no lograrán los resultados adecuados. Por eso, en muchas ocasiones, los médicos psiquiatra­s deben alterar las estrategia­s para curar a sus internos. Se trata de cambios de frentes inapropiad­os, cuyos resultados son riesgosos o negativos.

Es así que quien entra al Cari Mental de Barranquil­la con el ánimo de curarse corre el riesgo de empeorar, dadas las condicione­s actuales de ese centro de atención médica, uno de los más importante­s en la región. La crisis del Cari Mental se torna más dramática en la medida que avanza el tiempo y no se vislumbra una salida digna, más cuando esta institució­n sobrepasa los 50 años, una edad madura, pero pobre, en medio del abandono.

La inversión es urgente, no da espera. El llamado es para la Gobernació­n y su Secretaría de Salud. La situación tiene a los directivos al borde de la locura.

El manejo de una institució­n que tiene a su cargo este tipo de enfermos requiere mayor cuidado y atención. Más recursos por su especifici­dad y profesiona­les bien remunerado­s y calificado­s por la exigencia de los tratamient­os.

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