La mala hora del Cari Mental
A la mala alimentación y a las medicinas inadecuadas se suma algo más: las habitaciones, pasillos y oficinas del Cari Mental sufren del mismo deterioro que padecen sus pacientes.
Comida, techo, cama y un buen tratamiento es lo menos que puede pedir una persona con problemas psiquiátricos. Y no es exactamente lo que tienen los internos del Cari Mental de Barranquilla, un hospital que pasó de ser un buen modelo de atención a un templo de la desidia. Inermes y a la buena de Dios, los enfermos son víctimas de varias irregularidades administrativas de la institución, entre ellos la más reciente, profusamente advertida por la Asociación de Psiquiatría. Se trata del mal suministro de alimentos, así que “pasando hambre” no es un simple decir. Los cambios permanentes de los fármacos suministrados a los internos del hospital perturban aún más a esos seres humanos de mentes alteradas por diversas causas, y los cuales merecen un tratamiento especial. A la mala alimentación y a las medicinas inadecuadas se suma algo más: las habitaciones, pasillos y oficinas del Cari Mental sufren del mismo deterioro que padecen sus pacientes. La precariedad se puede palpar a todas luces. Pero el asunto crítico va más allá y se agranda patéticamente en la medida en que funcionarios y familiares de los internos lo denuncian.
El manejo de una institución que tiene a su cargo este tipo de enfermos requiere mayor cuidado y atención; más recursos por su especificidad y profesionales bien remunerados y calificados por la exigencia de los tratamientos. Quienes allí laboran lo hacen con esmero, pero la falta de presupuesto y apoyo pueden terminar menguando sus buenas intenciones. Así que comida, techo, cama y un buen tratamiento no es solo para los internos. Decenas de funcionarios, enfermeros y médicos pasan una parte de su vida compartiendo con pacientes demandantes de una atención personalizada como lo requiere la necesidad patológica de los internos.
Los alimentos son vitales, como lo son los tratamientos. El uno va de la mano del otro porque si las raciones no son las indicadas las medicinas no lograrán los resultados adecuados. Por eso, en muchas ocasiones, los médicos psiquiatras deben alterar las estrategias para curar a sus internos. Se trata de cambios de frentes inapropiados, cuyos resultados son riesgosos o negativos.
Es así que quien entra al Cari Mental de Barranquilla con el ánimo de curarse corre el riesgo de empeorar, dadas las condiciones actuales de ese centro de atención médica, uno de los más importantes en la región. La crisis del Cari Mental se torna más dramática en la medida que avanza el tiempo y no se vislumbra una salida digna, más cuando esta institución sobrepasa los 50 años, una edad madura, pero pobre, en medio del abandono.
La inversión es urgente, no da espera. El llamado es para la Gobernación y su Secretaría de Salud. La situación tiene a los directivos al borde de la locura.
El manejo de una institución que tiene a su cargo este tipo de enfermos requiere mayor cuidado y atención. Más recursos por su especificidad y profesionales bien remunerados y calificados por la exigencia de los tratamientos.