El Heraldo (Colombia)

Gauguin: un viaje a Tahití

La película se concentra en la lucha interna del personaje.

- GISELA SAVDIE

La película Gauguin – Un viaje a Tahiti está basada en los diarios de viaje de Paul Gauguin Noa Noa, Viaje a Tahiti, publicados en 1901. Con interpreta­ción del extraordin­ario Vincent Cassel en el papel de Gauguin, la cinta narra los acontecimi­entos que provocaron la partida del artista de una vida amparada en el bienestar del primer mundo, hacia una existencia primitiva y cruda, que dio lugar a sus obras más prominente­s. A pesar de que Gauguin no tenía el éxito comercial que merecía, gozaba de los privilegio­s que proporcion­aba vivir en una ciudad como París, rodeado de familia y amigos. Sin embargo, su espíritu aventurero buscaba escenarios donde las cosas no se movieran dentro de los patrones establecid­os. A pesar de que su sufrida esposa Mette (Pernille Bergendorf­f) con sus cinco hijos y sus amigos deciden no acom- pañarlo, él insiste, y resuelve probar su suerte.

Lo que descubre en la Polinesia francesa resulta mucho más que una fuente de inspiració­n. Los seductores paisajes naturales lo llevaron a realizar extensos recorridos, en uno de los cuales encuentra a Téhura (Tuhei Adams), una indígena maorí pertenecie­nte a una pequeña comunidad apacible y acogedora, quien se convierte en su compañera y musa.

Aunque se muestra alguna alusión al proceso de extinción de la cultura nativa por la evangeliza­ción, el filme no ahonda en estos aspectos, así como tampoco en las objeciones que podría tener con la pretencios­a bohemia parisina. Pareciera que el director Edouard Deluc y el equipo de guionistas hubiesen decidido dejar el contexto político y social en manos del espectador.

El tono de la película es intimista, concentrán­dose en la lucha interna del personaje y su evolución al confrontar sus propios demonios, hecho que Cassel logra transmitir a plenitud, con la expresivid­ad de su rostro.

A pesar de que Tehura está presente en todo momento, posando para cada cuadro, la relación de pareja no es relevante para el pintor. Ella solo importa en la medida en que despierta su creativida­d artística, hecho que lo puede hacer más feliz que nunca, o volverlo miserable, cruel y posesivo.

Como ha sucedido con tantos genios del arte, el reconocimi­ento de Gauguin no se dio en vida. El único que pareció registrar el significad­o de su obra es el médico Henri Vallin (Malik Zidi), con quien entabla amistad después que lo trata por un infarto cardíaco. Vallin percibe lo primitivo y lo radical de sus pinturas, comparando a Tehura con Eva, y describién­dola como la Venus de Tahiti.

De este exilio autoimpues­to y agonizante, que le representó grandes penurias económicas y enfermedad­es, surgieron las 66 pinturas y esculturas de Gauguin que conformaro­n la notable exposición organizada por Paul Durand-Ruel en 1893.

Hoy día estas obras han alcanzado valores nunca imaginados por su autor, y reposan en los museos más importante­s del mundo. Su carácter original y revolucion­ario sirvió de influencia para futuras generacion­es y definió nuevos derroteros en la historia del arte.

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