Reloj, no marques las horas
Da gusto que alguien retrasado se excuse y de paso nos cuente de su demora; así todo irá como si nada porque este tipo de verdad desde la mirada y las palabras es disfrutable. Pero hay personas a quienes les da por inventar excusas tontas y les importa poco quedar como embusteras. Esos personajes son los “impuntuales”. Ese ha sido su patrón y por eso hay que saber que los impuntuales no son irresponsables. Su problema es que sufren de una rara enfermedad y no todas están identificadas o son conocidas, esta parece ser una de esas rarezas.
Los síntomas de los impuntuales son distintos a los de otras enfermedades, es decir, no hay dolencias y eso es porque este padecimiento sabe ocultarse bien detrás de las manecillas del reloj. En 1982, Larry Dossey, médico y autor estadounidense, acuñó el término “enfermedad del tiempo” para explicar lo que afecta a las personas que sienten que este no les alcanza y se les escapa de las manos, pero no descifró la impuntualidad.
En algunas culturas la puntualidad es lo normal, mientras que en otras es lo contrario. Recuerdo a Venezuela en su mejor época; lo común era que las citas se cumplieran hasta con dos horas de retraso. Las excusas eran las mismas que usaban todos. ¿Pudor? Ninguno. La puntualidad no existía, era lo normal. Podría pensarse que es un tema de educación, consideración o respeto, pero en la cultura del “cógela suave”, todo se confunde o se funde en la cheveridad. Ya no podremos echarles más la culpa a los arroyos. Tendrán que decir lo de los impuntuales, cuando no tengan excusa: “el tráfico tuvo la culpa”.
El retraso estándar nuestro es de media hora, los eventos se planean “para media hora antes” y así quedan “ajustados” al tiempo local. ¿Que si vale la pena cambiar eso? Claro que no, descuadraríamos el reloj de toda la población; las mujeres no terminarían nunca de “arreglarse” y la verdad es que haría cualquier cosa menos quitarles un pétalo de hermosura a las barranquilleras. De pronto los gobernantes deberían dar el mejor ejemplo y poner de moda como nuevo estilo de vida eso de “estar a tiempo”. Lo que yo sí haría es reescribir esa falsa frase de que “no hay muerto malo, ni novia fea”, con tal de hacerla creíble le adicionaría: “ni puntual”.
Para entender a los impuntuales, hay que decir que no es cierto que lleguen tarde para “darse alguito de la importancia que no tienen”; tampoco que no les importe si los otros deben esperar lo indecible; de hecho, ni cuenta se dan. Está demostrado que es una enfermedad seria: aunque en su mente el futuro existe, no lo asocian con el tiempo, al menos con el que nos es común a los demás. Mientras este transcurre, en sus mentes se estira y se vuelve más largo; tienen el don de volverlo elástico y a su acomodo. Es tan grave que no es que se olviden que alguien les espera, sino que lo diluyen en ese cuerpo inmaterial que es el tiempo y convierten la hora pactada en otra, y así nos podríamos ir a las mil y una historias que han repetido la vida entera, pero en su caso sienten que es la primera vez que la cuentan. No son mentirosos, solo están enfermos.