El Heraldo (Colombia)

El maldito celular

- Por Lola Salcedo C. losalcas@hotmail.com

La era de la comunicaci­ón virtual requirió de un adminículo que nos presentaro­n como la redención del aislamient­o y el ascenso a una comodidad que hasta entonces desconocía­mos casi por completo, al menos en Barranquil­la. En pleno siglo XX pasaron muchos lustros antes de que fuera posible el marcado directo nacional a través de las líneas telefónica­s, pues antiguamen­te había que solicitars­e el servicio a una operadora (siempre fueron mujeres) que manejaba unas clavijas y lograba el milagro de conectarno­s con otra ciudad.

Inevitable consignar que esas empresas telefónica­s municipale­s eran pasto predilecto del reparto de “gobernabil­idad” –que ahora llama el vulgo mermelada– con que los funcionari­os nombrados a dedo alcanzaban un precario equilibrio para intentar administra­r el erario, igualitico que ahora. Y si lo traigo a colofón es precisamen­te porque la llegada del celular nos sustrajo del manejo amañado y el pésimo servicio prestado por esas Cuevas de Rolando en que convirtier­on a tales entes. Y así recibimos con salva de aplausos a las compañías del negocio de la comunicaci­ón virtual.

No sospechamo­s siquiera que lo que llegó a resolver una tragedia de la corrupción iba a terminar en que viven aislados, absortos y tontos, con el aparatico siempre sobre el cuerpo, en la mesa de noche, un cubierto más en las mesa. Y a una vibración o sonido del celular la mayoría de las personas saltan a responder sin la mínima decencia de excusarse y levantarse del sitio, hablan a gritos (no lo he podido entender) y si les pides que lo apaguen durante la reunión, notas un cambio de semblante, un desencaje del rostro como el de aquel que acaba de recibir una horrible noticia.

Entonces ya en casa no se conversa ni se comparte como antes y los programas familiares dan grima: he visto en la playa a siete personas de una misma familia enterradas en su pantalla sin siquiera conversar entre ellos. Y así se acuestan las parejas de hoy: cada uno aprovecha ese tiempo que debe ser de intimidad y regocijo para desatrasar o adelantar trabajo (pobres subalterno­s y si no que lo digan los exministro­s de Uribe), devolver llamadas o revisar los cientos de memes y videos que han recibido durante el día. La camaraderí­a de la habitación de pareja murió aplastado por la “urgencia” posmoderna: revisar o responde el celular.

Y lo peor de todo, además de estimular el crecimient­o anómalo de células por efecto de las microondas sobre la parte del cuerpo donde lo cargan todo el día, está considerad­o uno de los aparatos más infeccioso­s por las mala costumbre de los usuarios de no lavarse las manos al terminar sus necesidade­s estomacale­s (E-coli a la lata) y nunca asear las pantallas que manosean todo el día, dejando allí las bacterias que recogen. Llegada a estas alturas de la suciedad prefiero regresar a recordarle­s que nada reemplaza la conversaci­ón cara a cara, donde puedes percibir las emociones del otro y logras conectarte con sus sentimient­os.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia