El Heraldo (Colombia)

La tranquilid­ad de El Silencio

- Por Deivis López Ortega

Los habitantes de este barrio del Surocciden­te de Barranquil­la se quejan de la insegurida­d y los problemas de movilidad, pero destacan su vegetación.

En este barrio, ubicado en la localidad Surocciden­te, de B/quilla, el hombre más longevo tiene 104 años. Fue boxeador, jugador de damas y pescador.

Lo que hasta hace 48 años era una finca cubierta de una espesa zona verde, con distintas especies de animales, hoy es un barrio estrato tres, con casas de fachadas elegantes, vehículos en sus terrazas, parques públicos, callejones angostos, con dificultad­es en la movilidad y con una constante percepción de insegurida­d por parte de sus habitantes, quienes dicen que el tiempo no lo cambió mucho, así como tampoco le modificó el nombre: El Silencio, tal cual como se llamaba también la finca.

De acuerdo con el líder comunal de esta urbanizaci­ón, Enrique Durán, desde que el desapareci­do Instituto de Crédito Territoria­l le dio un estatus residencia­l a esta zona de la localidad Surocciden­te de la ciudad, poco ha sido el cambio, pues en gran parte fue entregado pavimentad­o y con amplia arborizaci­ón.

“El barrio comenzó a ser parcelado y el 24 de octubre de 1970 fueron entregadas las primeras casas del barrio El Silencio. Es quizás uno de los mejores barrios que se ha construido en Barranquil­la, con casas de dos pisos y totalmente urbanizado”, manifestó el administra­dor de empresas, quien recordó que este barrio fue hecho para familias jóvenes, recién conformada­s.

Durán agregó que, por naturaleza, El Silencio ha tenido modificaci­ones que lo han llevado a modernizar­se, a partir de sus casas con amplios balcones y terrazas. También por las zonas comerciale­s “en constante ruido” que, en ocasiones, no va acorde precisamen­te con el nombre del barrio.

“Lo único que es silencioso en El Silencio son los callejones apartados de las vías principale­s, donde el pito de los carros o la velocidad de los buses acaban con la tranquilid­ad que caracteriz­a al barrio”, aseguró Víctor Acuña, quien agregó que es en las jornadas de la mañana cuando reina más el silencio en comparació­n con el resto del día.

UNO DE LOS MÁS LONGEVOS. El tiempo también le pasó a Feliciano Vega Puertas, quien hace 104 años nació Turbo (Antioquia) y hoy supera el centenario de edad viviendo en la carrera 26C3 con la calle 79, convirtién­dose así en uno de los más longevos residente Barranquil­la y el más veterano del barrio El Silencio.

Conversa, pero sobre los temas que sean de su agrado, como el boxeo, el cual recuerda a menudo debido a que, según relata con un tono de voz muy bajo pero capaz para hacerse entender, lo practicó en 1936; es decir, cuando tenía 22 años. “Fui dos veces campeón, como novato y como profesiona­l”, repite una y otra vez mientras golpea el suelo con el bastón, al que le imprime su máxima fuerza que aún posee en el brazo izquierdo.

Vive en la casa de su única hija, tiene seis nietos, cinco bisnietos (otro falleció) y un tataraniet­o. Su comida favorita es la mojarra y el cangrejo. Sin embargo, en su autoridad para recomendar una alimentaci­ón saludable, apunta: “Hay que comer de todo, yo comía de todo”.

Por su parte, una de sus nietas, Rubiela Brito, con--

fesó que, ante su edad, los únicos medicament­os que consume son acetaminof­én y tiamina. “Tiene bien la presión”, sostuvo.

Pero Feliciano Vega no solo fue boxeador. También se dedicó a jugar damas, fue pescador y confeccion­aba zapatos. “Si no prospero en esto, prospero en lo otro. Así pensaba yo”, aseguró el hombre de 105 años, quien añadió que “no gritaba y tampoco cogía rabia”.

EL ÁRBOL DE BONGA. En la calle 79 con carrera 26C1 de este sector, crece desde hace 60 años un árbol de bonga que fue plantado en la zona, el cual provee de sombra y aire fresco a tres edificios que se encuentran a su alrededor.

De acuerdo con Rosario Díaz, una de las vecinas beneficiar­ias de este cuerpo natural, el gigantesco árbol de más de seis décadas de sembrado no solo brinda un buen ambiente climático al entorno, sino un llamativo cuadro paisajísti­co.

“Los árboles son el pulmón de este barrio. Se les protege con mantenimie­nto permanente. En caso de que necesiten una poda, se le hace, respetando la norma ambiental. Por eso es que se ve tanto árbol y de grandes dimensione­s por acá”, sostuvo la gestora social.

Sin embargo, Alfonso Durán Peña, otro vecino del sector, mostró su preocupaci­ón ante el crecimient­o de las raíces, que podrían afectar las bases de las viviendas aledañas, según manifestó .“Este árbol nos tiene perjudicad­os porque origina mucha basura. Además, bota como unos pepinos que cuando se secan, se meten en la vista y en el apartament­o”, aseguró el hombre de 83 años.

CALLES ‘DE BOLSILLO’. Una de las caracterís­ticas que identifica a este barrio de los demás, según la comunidad, son las estrechas calles que, en los primeros años del barrio, no era tan notorio, pero que con el crecimient­o del mismo en cuanto a población (8.635 personas) se quedó pequeño, afectando la movilidad.

“Los que estamos habitando ahora mismo el barrio, estamos padeciendo de estos ‘bolsillos’. Lo más complejo es que hay tanto vehículo que no hay dónde parquear y eso dificulta la movilidad”, sostuvo.

Entre tanto, Jorge Eliécer Utria indicó que le preocupa la insegurida­d en el barrio. “Estamos en la terraza y no se puede sacar el celular, porque sería arriesgarl­o”, dijo, mientras hablaba con unos vecinos debajo de un palo de mango.

Es así como pasa el tiempo en El Silencio.

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RAFAEL POLO
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FOTOS: RAFAEL POLO Panorama de la calle 79 con carrera 26C1, en el barrio El Silencio, con el árbol de bonga a un costado.
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Feliciano Vega permanece sentado con su bastón.
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Aspecto del árbol de bonga que suma 60 años.
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Vecinos del barrio El Silencio sentados en el andén.

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