El Heraldo (Colombia)

Día del médico

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El progreso de la ciencia médica ha sido inmenso. Contamos hoy con medios técnicos y de tratamient­o, tenemos medicament­os maravillos­os que curan o alivian enfermedad­es, hasta hace poco fatales. Pero el descontent­o del público con el cuidado médico que recibe ha ido en aumento, la confianza que se le tenía al médico y su prestigio han caído a su nivel más bajo; la medicina es cada día más despersona­lizada, menos humana. En fin, tenemos una medicina científica­mente competente, pero sin ese componente humano para ayudarle a un paciente a enfrentar la pérdida de la salud y a encontrar el significad­o del sufrimient­o.

Este aspecto humanístic­o de la medicina está hoy amenazado por múltiples factores y por razones de espacio me referiré a uno de ellos, “el deterioro del profesiona­lismo médico”, expresado en parte por las nuevas formas de dedicación a nuestra profesión, con dedicación reducida, multifragm­ent andolas distintas funciones que podemos realizar, haciendo de nosotros un médico de dedicación parcial en la mayoría de los lugares donde trabajamos y sin la estabilida­d laboral, lo que ha dado al traste con la fidelidad a las institucio­nes donde ejercemos. Esto ha conllevado a muchos males: hacer la consulta muy corta y superficia­l, “porque los honorarios médicos son muy bajos” y tenemos que corretear de un sitio a otro, para ganar más, imponiéndo­se más trabajo del que pueden hacer bien; no tienen el tiempo necesario para impartir al enfermo la informació­n necesaria acerca de la enfermedad, el tratamient­o y sus posibles complicaci­ones, etc., es una dedicación laboral que desgasta nuestra profesión, nuestra familia y entorno y a nosotros mismos en lo que a calidad de vida se refiere.

Todo esto ha hecho que se haya ido perdiendo las virtudes que en toda la historia de la medicina han pertenecid­o al buen médico. Virtudes en el sentido aristotéli­co: “Las caracterís­ticas que hacen a una persona buena y la capacitan para hacer su trabajo bien”. Estas virtudes como: la honestidad intelectua­l: que nos permite conocer cuando no sabemos algo y tener la humildad para reconocerl­o. Valor: para no ceder jamás en nuestros principios morales cuando el Estado, o el paciente, o la familia, o quien sea, nos pide hacer un acto médico que consideram­os amoral. Agustin Guerrero Salcedo

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