Día del médico
El progreso de la ciencia médica ha sido inmenso. Contamos hoy con medios técnicos y de tratamiento, tenemos medicamentos maravillosos que curan o alivian enfermedades, hasta hace poco fatales. Pero el descontento del público con el cuidado médico que recibe ha ido en aumento, la confianza que se le tenía al médico y su prestigio han caído a su nivel más bajo; la medicina es cada día más despersonalizada, menos humana. En fin, tenemos una medicina científicamente competente, pero sin ese componente humano para ayudarle a un paciente a enfrentar la pérdida de la salud y a encontrar el significado del sufrimiento.
Este aspecto humanístico de la medicina está hoy amenazado por múltiples factores y por razones de espacio me referiré a uno de ellos, “el deterioro del profesionalismo médico”, expresado en parte por las nuevas formas de dedicación a nuestra profesión, con dedicación reducida, multifragment andolas distintas funciones que podemos realizar, haciendo de nosotros un médico de dedicación parcial en la mayoría de los lugares donde trabajamos y sin la estabilidad laboral, lo que ha dado al traste con la fidelidad a las instituciones donde ejercemos. Esto ha conllevado a muchos males: hacer la consulta muy corta y superficial, “porque los honorarios médicos son muy bajos” y tenemos que corretear de un sitio a otro, para ganar más, imponiéndose más trabajo del que pueden hacer bien; no tienen el tiempo necesario para impartir al enfermo la información necesaria acerca de la enfermedad, el tratamiento y sus posibles complicaciones, etc., es una dedicación laboral que desgasta nuestra profesión, nuestra familia y entorno y a nosotros mismos en lo que a calidad de vida se refiere.
Todo esto ha hecho que se haya ido perdiendo las virtudes que en toda la historia de la medicina han pertenecido al buen médico. Virtudes en el sentido aristotélico: “Las características que hacen a una persona buena y la capacitan para hacer su trabajo bien”. Estas virtudes como: la honestidad intelectual: que nos permite conocer cuando no sabemos algo y tener la humildad para reconocerlo. Valor: para no ceder jamás en nuestros principios morales cuando el Estado, o el paciente, o la familia, o quien sea, nos pide hacer un acto médico que consideramos amoral. Agustin Guerrero Salcedo